Édgar Landa Hernández / Septiembre, más allá del colorido de sus fiestas, de sus tradiciones y su folclore, es un mes que a un servidor gusta y disfruto. Recorrer las calles de la ciudad y observar la ornamentación propia para estas fiestas patrias me llena de júbilo, de una alegría sin igual.
Poder llenarme del color verde esperanza, del blanco de la pureza y del rojo, color emblemático del líquido hemático que fluye por nuestro torrente sanguíneo para darnos vida. Escuchar las trompetillas de los vendedores que ondean sus banderas para poder comercializarlas, sombreros de diversos tamaños y un sin número de artículos mexicanos.
Las creencias, costumbres y tradiciones son el común denominador de nosotros los mexicanos, y con el humor que nos caracteriza, hacemos de todo un chiste, una gracia para desvanecer las vicisitudes que a lo largo de nuestro camino enfrentamos.
Una de las tradiciones que aun proseguimos efectuando con mi familia es jugar a la lotería. Sentarse alrededor de la mesa y cada uno escoger su carta respectiva para poder jugar a la lotería.
Al grito de corre y se va corriendo, a ritmo de coplas entonado por aquel que le toca echar las cartas, En forma de rima señala qué carta ha salido. La lotería es un juego tradicional mexicano, que se inició en Europa y que gracias a los españoles en la época colonial, fueron ellos los que lo trajeron a México.
“El que con la boca muere, el pescado”, “por qué huyes cobarde trayendo tan buen puñal, el valiente”
Este tipo de juegos, además de ser un pasatiempo divertido es una forma de volver a conjuntar a la familia, a compartir la dicha de sonreír, y a alegrarse cuando se gana y al grito de “lotería”, se da por finalizado el juego.
Comentarios