Aquellos que le niegan poder a los medios de comunicación críticos están viviendo en el error. Muchas carreras políticas se han acabado por dar a conocer los caprichos, vicios, debilidades y estilos de vida de candidatos, políticos y funcionarios. Ahí está el propio presidente de la República, cuando la osada periodista Carmen Aristegui mostró a la sociedad el polémico reporta subtitulado “La casa Blanca”, el Ejecutivo tuvo que reconocer que fue un grave error el manejo que se le dio al caso. En el recuento de los daños, la presidencia de la República perdió la poca credibilidad que le quedaba.
Por esa razón no sorprende que el Ejecutivo federal, seguramente aconsejado por sus asesores, se haya apretado el cinturón y haya conminado a su hija Paulina y a su hijastra Sofía a salir a dar una explicación por el caso de tatuador que trajeron desde los Estados Unidos. Su hijastra Sofía Castro se disculpó por la rebambaramba que ocasionó por la difusión de la visita que hizo el cotizado tatuador Jon Boy a Los Pinos y los tatuajes que se hicieron ella, su hermanastra Paulina y una amiga.
La chica, muy quitada de la pena, dijo en mensaje que subió a su cuenta de Instagram: «Jon Boy es mi amigo y lo invité a venir adonde vivo para intercambiar tatuajes. Yo le puse Sofía, él me puso una J, la inicial del nombre de mi papá. A Pau le puso ML en memoria de una frase que le decía Mónica, su mamá. Él no cobró. Pedimos una disculpa a quienes con esto hayamos causado molestias, especialmente a nuestros papás». Así que, por favor, no seamos mal pensados, el tatuador no cobró ni un cinco. ¡Sí Chucha, cómo no!
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