Si de algo se distinguió el gobierno de Enrique Peña Nieto fue de la dilapidación y el despilfarro de los recursos públicos. La frivolidad del propio presidente y la banalidad de su cónyuge se vieron reflejados en los gastos excesivos. Sus fiestas siempre se vieron acompañadas de pingües platillos preparados por los mejores cocineros nacionales e internacionales. Los hijos biológicos y putativos del Ejecutivo federal fueron vestidos con los mejores diseñadores.
Al menos uno de los vestidos de la actriz y esposa del presidente Angélica Rivera usado para en 2013, costó unos 50 mil pesos. Un año después usó un Oscar de la Renta con un valor de 83 mil pesos. Su hijastra, Paulina Peña Pretelini, usó uno más modesto de 20 mil pesos, al igual que su hija Sofía Castro.
Pero eso no es todo, según información del Instituto Federal de Acceso a la Información y el Portal de Obligaciones y Transparencia (POT), por cada organización del Grito de Independencia, desde el 2013, costó a los mexicanos 17 millones 422 mil 783 pesos con cuatro centavos. Según cálculos, cada evento patriótico le ha costado al pueblo la cantidad de 20 millones de pesos, hasta la fecha.
Ahora se entiende porque el virtual presidente electo desdeña este tipo de protocolos banales que sólo sirven para dilapidar los recursos de los mexicanos. Con el nuevo presidente, ni primeras damas ni gastos frívolos y excesivos que sólo provocan descontento en la sociedad.
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