Si alguien piensa que el presidente Peña y su grupo de poder le van a dorar la píldora a Andrés Manuel López Obrador, están completamente equivocados. El tabasqueño es un hueso muy duro de roer y políticamente hablando tiene el colmillo muy retorcido. Él sabe perfectamente bien que la relación institucional que deben llevar el presidente saliente y el entrante sirve no sólo para demostrar civilidad política, también es un acicate para los mercados nacionales e internacionales.
Sin embargo, la estela de corrupción del gobierno de Peña Nieto no es cualquier cosa. La osadía del gobierno saliente de pedir un préstamo de 10 mil millones de dólares contrasta mucho con la política de austeridad republicana que ha caracterizado al de Macuspana, Tabasco.
Según los analistas y cercanos a AMLO, esto ha ocasionado un serio disgusto al próximo presidente, tanto que su discurso de conciliación se va tornando con los colores de la búsqueda e implantación de la justicia. Por lo que el presidente electo nuevamente ha dicho que se «cortará todo el copete de privilegios en el gobierno».
Por cierto, esa deuda tendrá que ser pagada por el gobierno entrante. Vaya regalo de despedida de Peña Nieto. A ver si no le sale muy cara esa osadía. Por el momento, el morenista ya pintó su raya y se está arremangando las mangas de la camisa para revisar con lupa las cuentas que dejará el fallido gobierno que sale.
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