Filiberto Vargas Rodríguez /
Prefacio.
En el PAN, la rebelión contra Ricardo Anaya ya inició. *** Siete de los once gobernadores emanados de ese partido publicaron en un desplegado su disposición para convivir de manera institucional con Andrés Manuel López Obrador y externaron sus desacuerdos con las directrices trazadas por Ricardo Anaya, primero como dirigente nacional del PAN, y después como candidato a la Presidencia. *** El analista político Jorge Fernández Menéndez dibuja así el escenario en el partido albiazul: “El PAN no sólo perdía ese domingo la elección presidencial, sino que se quedaba con la menor cantidad de diputados y senadores desde 1991. Rescató dos bastiones históricos como Guanajuato y Yucatán, pero eso no fue producto del trabajo de la campaña, sino de los panismos locales, en estados donde PRD y MC son simplemente testimoniales. El PAN, que tenía 108 diputados se quedará con 83; en el Senado tendrá sólo 24 senadores, cuando tenía 38. Pero ése es el menor de los problemas: el partido está profundamente dividido por la decisión de conformar el Frente, por la forma en que se dividieron las posiciones en el mismo, por la ausencia de métodos medianamente democráticos para decidir las candidaturas, por el golpeteo a todos los demás liderazgos partidarios, desde Margarita Zavala hasta Moreno Valle”. *** Y explicó también la postura de los gobernadores panistas: “El pánico surgió porque un día antes siete gobernadores panistas le quitaron, en los hechos, su apoyo a Anaya en forma pública. De los cuatro que quedaban uno, Miguel Ángel Yunes, perdió su elección y le entregará Veracruz a Morena. De los otros tres, dos son Miguel Márquez, de Guanajuato, quien se quedó con su estado y ganó su candidato, y Antonio Echevarría, de Nayarit, quien no juega en el panismo (y que perdió). Finalmente, quedó Javier Corral que el propio Anaya sabe que desde hace tiempo va por la presidencia partidaria, algo que si pueden impedirán los otros siete gobernadores panistas, el calderonismo y los disidentes del partido”. *** La guerra intestina ya inició, y Miguel Ángel Yunes Linares no juega, porque perdió todo el parque en la fallida campaña para impulsar a su hijo.
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Era el primero de diciembre del 2016. Habían pasado apenas unos minutos desde que, con el brazo extendido, Miguel Ángel Yunes Linares rindió protesta como gobernador de Veracruz.
En el estrado del Congreso local, durante su discurso, Miguel Ángel Yunes Linares anunció que se habría de restablecer el estado de derecho en la entidad:
“Entiendo bien y comparto el sentimiento social de coraje y frustración frente a las demandas insatisfechas, pero no puedo estar de acuerdo en que la expresión de protesta nos lleve a la anarquía”, advirtió en esa ocasión.
Y cual si hubiera sido un montaje para ratificar su dicho, el 12 de diciembre elementos de la Secretaría de Seguridad Pública arrestaron, justo frente a las instalaciones de la Secretaría de Educación, a la cabecilla de una organización llamada Alianza Revolucionaria Constitucional (Arco), Topacio Citlali Hernández Ramírez, por alterar el orden público y extorsionar a conductores.
Y para que no quedara como “un incidente aislado”, a los tres días se montó un operativo con policías estatales y federales, para desalojar la caseta de peaje de Fortín de las Flores, en donde un grupo impedía el tránsito.
El comunicado oficial advertía: “Nuevamente el Gobernador Yunes reitera su compromiso de mantener las puertas abiertas para dialogar, para llegar a acuerdos, pero igualmente de no permitir que las calles y carreteras de Veracruz sean bloqueadas en perjuicio de cientos de miles de personas”.
Y la postura se mantuvo todo el año siguiente. El 10 de octubre de 2017, el gobernador confirmó el desalojo de habitantes de Coxquihui, quienes reclamaban atención de parte de su gobierno, luego de que se detectara un brote de enfermedades respiratorias, que dejó como saldo al menos dos niños muertos y una docena más hospitalizados.
“Ayer yo ordené el desalojo y que se procese a las personas que bloquearon; es una decisión que yo asumí”, dijo.
Y cinco días después, en la autopista Veracruz-Puebla, ordenó otro desalojo: “El Gobernador Yunes dio instrucciones directas de liberar inmediatamente las vías de comunicación y de actuar con todo el rigor de la Ley en contra de estos presuntos delincuentes”, dio a conocer el comunicado oficial.
Y lo mismo sucedió en febrero de este año, en la vía Boca del Río-Antón Lizardo: “Ante la negativa de levantar el bloqueo, ordené que éste fuera retirado y que fueran detenidas las personas responsables del mismo. No podemos volver a la etapa del desorden, en Veracruz se aplica la Ley a todas las personas por igual, no importando a qué se dediquen”, dijo en esa ocasión Miguel Ángel Yunes Linares.
Entre tantas trorpezas y tropelías de su administración, muchos veracruzanos vieron con buenos ojos la actitud firme de Miguel Ángel Yunes frente a expresiones de protesta que rebasaban los límites de la legalidad.
Bueno, pues eso ya se acabó.
Algo pasó el pasado domingo que nuestro gobernador ya es otro. Hoy privilegia la concordia sobre el “estricto cumplimiento de la ley”.
Fue suficiente que algunas decenas de miembros de la organización Antorcha Campesina se interpusieran entre las fuerzas policiacas y las familias que iban a ser desalojadas de un predio en Xalapa (a partir de un ordenamiento judicial), para que el gobernador dispusiera que los policías se retiraran y avisara que buscaría “otros esquemas” con esas familias que están señaladas de apoderarse de viviendas que no les pertenecen.
Algo sucedió esta semana.
Miguel Ángel Yunes Linares ya no es el mismo.
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Epílogo.
¿Tiene o no, Sergio Rodríguez, calidad moral para cuestionar a la actual dirigencia estatal del PRD? Sergio fue dirigente estatal del Sol Azteca y fue criticado por su “sospechosa cercanía” con el gobierno del priista Javier Duarte. *** Más tarde fueron él y Rogelio Franco los promotores de la alianza perredista con el partido de Miguel Ángel Yunes Linares. Gracias a ello consiguió un lugar en el Congreso local y asumía que le darían la coordinación de su bancada. No fue así, la posición se la dieron a Yazmín Copete Zapot. *** Ese fue el primer desacuerdo con Yunes Linares y, por consecuencia, con su compadre Rogelio Franco. “Es voraz, no tiene llenadera”, fue la versión desde Palacio de Gobierno sobre la decisión de mandar a “la congeladora” a quien fuera uno de sus más útiles aliados. *** Quizá no tenga estatura moral para opinar sobre el PRD, pero bajo esos parámetros, tampoco la tienen Rogelio Franco, o Jesús Velázquez. Mucho menos Fredy Marcos. Todos ellos han utilizado la franquicia para su beneficio, hasta llevarla al borde de su extinción.
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