Aurelio Contreras Moreno / Ni en sus peores pesadillas se imaginaron los priistas un escenario de absoluto desastre como el que viven hoy.
El Partido Revolucionario Institucional fue casi borrado de la escena política del país. Reducida su votación al peor nivel de su historia, por debajo incluso de minipartidos satélite como el PT, su representación en las cámaras legislativas, tanto a nivel federal como en los estados, será ínfima, con nulos alcances ni posibilidades de ser decisiva.
Tampoco logró nada en las elecciones de gobernador. El pasado domingo perdió en todos los estados que estaban en disputa. Incluido Veracruz, a pesar de haber postulado en este caso a su mejor candidato de los últimos tres procesos electorales estatales, José Francisco Yunes Zorrilla, quien a pesar de eso, no pudo contra el vendaval que significó Morena a nivel nacional. Aunque en este resultado en particular pesaron muchos otros factores más. Las traiciones de sus “compañeros” de partido incluidas.
Durante toda la campaña en Veracruz, fue prácticamente una certeza que a José Yunes le jugaban las contras los propios priistas. Empezando por los del grupo fidelista-duartista, que nunca apoyaron su candidatura e intentaron sabotearla desde su gestación.
Fidelistas impresentables como Jorge Carvallo, Erick Lagos, Carolina Gudiño, Adolfo Mota y hasta el “tótem” priista Carlos Brito Gómez jugaron un doble y hasta triple juego. Mientras decían apoyar a los candidatos de su partido, dinamitaban sus estructuras, le regateaban la movilización a los mítines y pactaban con sus adversarios, ya fuera con los yunistas azules –a cuya causa se adhirieron públicamente varios liderzuelos que toda su vida mamaron del presupuesto gracias al tricolor- o con los líderes de Morena, que gustosos aceptaron el dinero y la promoción política de tierra que les pusieron en bandeja de plata. Y que por supuesto, no será gratis.
Otros fueron todavía más sucios. El caso de Héctor Yunes Landa es patético. Sin poder resignarse a no repetir como candidato del PRI a la gubernatura, se dedicó a chantajear todo el tiempo a José Yunes, amenazando una y otra vez con renunciar al partido si no se le entregaban todas las posiciones y candidaturas que exigí. Al tal grado que llegó un momento en que se le conminó a que de verdad se fuera.
Por supuesto que no renunció. Pero sólo se quedó para seguir lucrando con el PRI, que lo hizo candidato a diputado federal plurinominal, y con su “aliado” el Partido Verde, que hizo lo propio con su hija Andrea Yunes para el Congreso local. Mientras tanto, él se dedicó a promover a Morena, pidiendo el voto para todos sus candidatos, menos en el caso del distrito en el que su heredera participaba.
Cumplido su cometido, hoy Héctor Yunes pretende apoderarse del cascarón de lo que queda del PRI veracruzano y en la cara del todavía dirigente estatal, Américo Zúñiga Martínez, está promoviendo la afiliación de los integrantes de las asociaciones y organismos priistas a su propia asociación política, Alianza Generacional, enviándoles formatos para que se integren formalmente a la misma. Jugada que también parece tener la intención de obtener el número suficiente de militantes para conformar un nuevo partido político mientras termina de desangrar al Revolucionario Institucional.
El “huracán” Morena fue determinante para que el PRI fuera aplastado en estos comicios, no hay duda. Pero al menos en el caso del estado de Veracruz, los priistas se prendieron fuego a sí mismos.