Dice el evangelio de Mateo que «muchos son los llamados y pocos los escogidos». En el caso de las listas de diputados de representación proporcional, se barajearon muchos nombres, sin embargo, a la mera hora no aparecieron en la lista final. Y es que no todos quedaron contentos con las plurinominales del PRI. La inclusión de Érika Ayala, un cartucho con pólvora húmeda, levantó resquemor en la militancia priista. El PRI veracruzano subestimó, por ejemplo, el capital político de Elizabeth Morales, misma que sonaba para ocupar la candidatura al senado y, como premio de consolación, la candidateaban para una pluri.
Y es que no se concibe que Erika Ayala aparezca en la lista, si esta líder no representa nada electoralmente, sólo representa los votos de su colonia y su familia. Salvo excepciones como la de Juan Carlos Molina, que ha estado partiendo piedra desde la CNC; la lista final tricolor, en lugar de unir voluntades, seguramente provocará desbandadas como el caso de Zaida Lladó, quien deja botada la Fundación Colosio.
Pero aunque la lista lleve 20 nombres, sólo tienen posibilidades reales de alcanzar una curul en el congreso local los primeros seis de la lista, al menos eso pasó en la elección pasada del 2016, donde el PRI sólo alcanzó seis escaños y eso porque quedó en segundo lugar de la votación. Si el PRI queda en tercer lugar, obviamente los escaños se reducen. El problema no son los plurinominales, si no las personas que terminan en esas listas. Ya veremos la suerte que corren los privilegiados candidatos de representación proporcional del PRI.
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