En marzo de 1994, cuando el gobierno de Carlos Salinas de Gortari ordenó el bombardeo de los territorios zapatistas, Carlos Romano, a través de La Revista, denunció esa masacre, ese acto barbárico de un gobierno que suponía sus ciudadanos marginados eran una plaga a exterminar. Carlos Romano hizo esa denuncia al tiempo que el público participaba llamando al programa para expresar su sentir que era el mismo de Carlos; no podíamos permitir los ciudadanos que el gobierno asesinara a sus propios ciudadanos.
Muchos medios guardaron silencio, pero La Revista no. Algunas de las llamadas que se hicieron fueron para pedir mesura a Carlos Romano, le decían que estaba en juego no sólo su trabajo, sino su integridad. Mientras los medios oficialistas celebraban esa acción militar para eliminar a los “rebeldes”, a los “terroristas”, Carlos Romano siguió con su denuncia, denuncia que había hecho eco en una sociedad indignada, una sociedad que no iba a permitir el exterminio de una comunidad entera; al final triunfó la razón, porque los bombardeos cesaron y Patrocinio González Blanco Garrido, secretario de Gobernación fue renunciado.
Para muchos periodistas de hoy la actitud de Carlos Romano, quien puso en juego su trabajo e integridad por lo que él consideraba correcto, es un ejemplo de esa integridad que se requiere para desempeñar este oficio.
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