Gobernar no es dar, es aportar; gobernar no es arrancar el fruto, es sembrarlo; gobernar es procurar la armonía, no la discordia

Gobernar
El arte de gobernar FOTO: WEB

Gobernar no es mandar, gobernar es administrar. De hecho, el origen etimológico de “gobernar” nos remite a pilotar una nave; en un barco el hombre que lleva el timón es el gobernador. Si los alcaldes recién llegados pensaron que una vez que se sentaran en la silla presidencial sólo se iban a poner a mandar, se están dando cuenta que no es así. Si se aferran a esa idea van a llevar la nave al naufragio. Y no lo decimos sólo por los alcaldes de Morena, que al parecer ya terminaron su luna de miel con la ciudadanía. Lo decimos por todos, incluso por el que gobierna el estado.

Gobernar un pueblo es una responsabilidad inmensa. Gobernar significa brindar las oportunidades necesarias para que los ciudadanos que viven en la pobreza puedan realizar sus proyectos, por más sencillos que sean, por más complicados que resulten. Gobernar significa crear los mecanismos para que una sociedad transite en un justo equilibrio, sin quitar a los ricos la riqueza que tanto trabajo les ha costado, pero sin relegar a los pobres a una miseria que no merecen.

Marguerite Yourcenar, en voz de Adriano, lo expone de la siguiente manera: «Me sentía responsable de la belleza del mundo. Quería que las ciudades fueran espléndidas, ventiladas, regadas por aguas límpidas, pobladas por seres humanos cuyo cuerpo no se viera estropeado por las marcas de la miseria o la servidumbre, ni por la hinchazón de una riqueza grosera; quería que a todos llegara la inmensa majestad de la paz romana». Señores, gobernar no es dar, es aportar; gobernar no es arrancar el fruto, es sembrarlo; gobernar es procurar la armonía, no la discordia.

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