Durante el gobierno de Javier Duarte algunos periodistas contaban con la seguridad directa de personal de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP). Los periodistas que tenían custodios señalaban que habían recibido amenazas y que por ello requerían de custodios. Lo curioso es que todos esos periodistas eran afines a Javier Duarte de Ochoa. Un día el periodista Armando Ortiz, director de LBP, recibió amenazas graves vía correo electrónico: «Asi que mejor para tu carro, porque sino los malos te van a matar, pero no con un balazo en la frente ni tampoco te van a descuartizar, para nada, tu seras asesinado si sigues de pendejo» (sic).
Por esa razón Armando Ortiz tuvo que ir a la entonces PGJ de Amadeo Flores Espinoza. Al periodista no le ofrecieron custodio, sólo le dijeron que no pensaban que la amenaza fuera seria, pero le advirtieron: «Uno sabe en que se anda metiendo y si por ello debe o no tener miedo», y en su cara rompieron las impresiones de correos electrónicos que había entregado y las arrojaron al bote de la basura. Pero los afines a Duarte tenían una patrulla afuera de su casa, o un policía enfrente, toda la noche a la intemperie.
Otros se tomaban fotos con ellos, y con las armas de ellos; otros los usaban para que cargaran las bolsas del mandado; otros los usaron para cometer delitos. Los que si requieren custodios no los piden, y algunos que no requieren se victimizan. De modo que no merece la pena rasgarse las vestiduras por esos pseudoperiodistas, no merece la pena hacerlos víctimas y menos mártires.
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