El caso del Pirata de Culiacán nos da varias lecciones que no debemos olvidar. Una es que las redes sociales puede ser una herramienta de comunicación que nos acerque a las personas, que nos allegue a ellas. Pero las redes sociales también pueden ser nocivas cuando una persona inmadura y poco juiciosa logra tener miles de seguidores. A leguas se ve que Juan Luis Lagunas Rosales era, lo que en buen español se dice, un pendejo.
Por supuesto eso no es un insulto, antes bien un calificativo. Pendejo en Argentina es un adolescente que toma poses y riesgos de adulto. Los videos que subía el Pirata de Culiacán lo mostraban en una vida superficial llena de excesos. Se atascaba de cocaína, de alcohol y de mujeres haciendo creer a sus seguidores que esa es la buena vida.
En la soberbia de sentirse un sujeto popular, tal vez pensó que esa popularidad lo hacía inmune a las balas, lo hizo meterse con las personas equivocadas. Dicen que insultó a Don Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación y ese fue su peor error. Juan Luis Lagunas Rosales fue acribillado y hoy muchos de los que lo consideraban un sujeto alivianado, se burlan de él.
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