El asesinato de Víctor Manuel Espinoza Tolentino y su esposa, Irma Carrera, así como de tres personas más, ha generado una serie de versiones que están más basadas en dichos que en hechos. Es posible que los dichos se confirmen con pruebas y se muestren como hechos, pero también es posible que esos dichos queden como lo que son, sólo dichos. Ya se dice que fueron policías de la Secretaría de Seguridad Pública los que dispararon en contra del edil y sus acompañantes. La versión surge de supuestos testigos que sueltan sus dichos a quien se los pregunte.
Hay una investigación que se está siguiendo, una investigación que va aportando datos. Por ejemplo, se reporta que «en noviembre del año pasado fue vaciada la bodega de la Secretaría de Protección Civil, y después incendiada en enero para desaparecer los documentos. Esos bienes robados son los que se vendían». Ese dato fortalece la versión de que sea una banda delictiva dedicada a la venta de bienes robados la que haya cometido el crimen.
La pregunta que surge es la siguiente: si el alcalde iba a comprar a esa banda, sin saber que lo fuera, ¿qué salió mal en la transacción como para que lo asesinaran? Esa respuesta se debe responder con datos, no con dichos.
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