La traición viene en el ADN de Jorge Carvallo

Cínico
Jorge Carvallo Delfín / Foto: informantesenred.com

En la obra de William Shakespeare, Julio César, el dictador dirige sus famosas últimas palabras a Bruto: «Tu quoque, Brute, fili mi» (Tú también, Bruto, hijo mío). Y es que la sorpresa para Julio César debió ser mayúscula. Después del desastre de la batalla de Farsalia, Bruto escribió a César pidiendo clemencia, y éste le perdonó inmediatamente. César le aceptó entre sus seguidores más cercanos y le hizo gobernador de la Galia cuando fue a África persiguiendo a Catón y a Metelo Escipión. Al año siguiente (45 AC), César le designó para al cargo de pretor. Sin embargo Bruto, buscando acomodo en las nuevas fuerzas, traiciona a su mentor.

Esa historia de traición es la misma historia de Jorge Carvallo, un hombre que bien podría ser el símbolo de la fidelidad duartiana. Un hombre que en esta vida y otras 10 no podrá gastar todo lo que amasó durante el fidelato y el duartismo. Fue presidente del PRI, secretario particular y de despacho, trincheras que le permitieron enriquecerse a manos llenas.

Hoy este político pretende quitar de su persona el color rojo del PRI. Acusa que los senadores priistas tienen secuestrado al tricolor. Se le olvida que la historia tiene memoria muy severa y que su juicio no lo baja de traidor. Es más, hasta su propio padre bilógico lo reniega. Pero como en la obra de Shakespeare, a Carballo le quedaría la frase: «Tú también Jorge el bruto», o ¿cómo iba?

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