La UV que se nos fue

UV
Xalapa, Ver. La comunidad universitaria de la UV FOTO: MIGUEL ÁNGEL CARMONA/FOTOVER

En el colmo del pesimismo una persona puede mandar todo al diablo. Nosotros mismos, cuando nos damos cuenta que nuestros esfuerzos por cambiar las cosas son infructuosos, entonces mandamos todo al diablo, nos olvidamos del asunto y «a otra cosa mariposa». Entonces, cuando ya nada importe, nos insensibilizamos, podemos ver el desastre de aquello que tanto amamos y no nos va a doler; lo miraremos con la indiferencia de una persona que ve llover y no se moja.

Eso es lo que nos ha pasado con algunas instituciones que amamos, pero que no se han dejado querer. Cuando Jesús subió a una colina para ver desde lo alto a Jerusalén dijo: «Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella…, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes».

Eso es lo que ha pasado a muchos de la comunidad universitaria, a muchos que con su esfuerzo han querido devolver a la Universidad Veracruzana el prestigio que tuviera décadas atrás. Entonces la UV sonaba en los oídos de los académicos de otros rumbos, de los creadores de todo el país, incluso de los extranjeros. La Universidad Veracruzana tenía una gran carta de presentación debido a sus grandes logros: su Orquesta Sinfónica, su Facultad de Letras, su Escuela de Estudiantes Extranjeros, su Facultad de Teatro, su Junio Musical, su Festival de Jazz, su Escuela de Medicina y otras tantas perlas y gemas que adornaban a nuestro estado.

Todavía algún despistado llega a Xalapa, capital de Veracruz, y piensa que en nuestra ciudad todavía se da esa explosión de arte y cultura; todavía creen que en las calles se representan obras de teatro, o que la Orquesta va a las escuelas secundarias a tocar el Huapango de Moncayo; todavía creen que en algún lugar escondido van a encontrar a Cortázar o a Álvaro Mutis, todavía creen que Sergio Pitol camina por los pasillos de la Facultad de Letras. Pero todo eso terminó.

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