Ni empatía ni solidaridad con la huelga de hambre de Javier Duarte

Duarte
Javier Duarte de Ochoa FOTO: WEB

La de Javier Duarte no es una reclusión injusta, por mucho que lo digan los buitres que lo defienden, abogados que, ya lo hemos dicho, son capaces, por dinero, de defender al asesino de su propia abuela; si es que tienen abuela. La reclusión de Duarte —esperemos que sea por muchos años— es sólo una parte del castigo que se merece.

Las consecuencias de sus actos son inmensas, el sufrimiento que causó es enorme, el hambre que provocó es inhumano, las muertes que indirectamente causó llenarían cien panteones, el dolor que ocasionó ya no se podrá aliviar. Javier Duarte, en su monstruosa codicia, hizo más daño que cien huracanes juntos. Es por ello que no nos causa lástima ni sentimientos de solidaridad ni empatía la huelga de hambre que el exgobernador iniciara el 17 de agosto a las 21:30 horas.

Javier Duarte quiere que cese su persecución política, pero se olvida del desastre que causó, del sufrimiento que ocasionó, del daño y sus consecuencias. Javier Duarte apela por sus excolaboradores y dice que nada justifica la detención de ellos, sin embargo, ellos mismos han declarado ya y las pruebas los delatan, son también culpables, porque participaron con él en el saqueo de las arcas de Veracruz.

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