Por favor, quien no conoce a Ciro Gómez Leyva, el santo patrono de las causas perdidas, entonces se puede tragar todas sus sandeces. Pero los que lo conocemos, los que sabemos cómo defendió a Carlos Ahumada al grado de la abyección, cómo defendió al priista tratante de blancas Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, el que defendió a la “Diabla” Beatriz Ramos, la que lanzó huevos a AMLO en un mitin de Morena, no nos extraña que ahora defienda a Xóchitl Tress, no nos extraña que ahora se rasgue las vestiduras y quiera quedar bien con el sexo femenino, con las benditas mujeres.
La hipocresía de Ciro Gómez Leyva es farisaica, es de esos tipos que limpian la copa por fuera, pero por dentro dejan que esté llena de inmundicias. Ciro es como muchos periodistas en Veracruz, que ya no se acuerdan de su servidumbre a Fidel Herrera y a Javier Duarte y ahora se yerguen como baluartes de la defensa del periodismo en el estado. «Fariseos hipócritas, es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja a que alguno de ellos entre al reino de la credibilidad».
ES UN VENDIDO