¿Ganó quien debía ganar o perdió quien debía perder?

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- en Opinión

Sabino Cruz V. / Pasada la borrasca de las elecciones del domingo 4 de junio, entregadas las constancias que acredita a la candidata o al candidato como presidente municipal electo, los otros, aquellos que el voto no les fue favorable, junto con su equipo de campaña, debieron hacer el ejercicio de introspección para encontrar las verdaderas causas que nos les permitió alzarse con la victoria, asumir las consecuencias de la derrota e iniciar, dado el caso, a trabajar para la próxima contienda electoral, recuperar lo perdido y/o revisar sus cuadros directivos, junto con la estructura territorial.

La frialdad de las cifras y los porcentajes, dejan ver la verdadera realidad que viven los partidos políticos de las Entidades que renovaron sus gubernaturas, alcaldías y regidurías. Partidos que por muchos años fueron gobierno, que ahora son desplazados por otros que recién han obtenido su registro o por candidatos “independientes”, que rompieron su militancia al no obtener la candidatura o, en algunos casos, para atomizar el voto, y así favorecer al partido en el poder.

Capturadas el ciento por ciento de las actas electorales por el OPLE, y puesto a las vista de todos los resultados de las votacion, en el imaginario de los militantes, simpatizantes o resentidos sociales, taladro la idea de si el electo o la elegida es la persona que merecía el triunfo; sí el/la ganador(a) es el sujeto que en buena lid obtuvo el triunfo; sí la victoria fue por voto razonado o por castigo; sí la imagen del señor López Obrador en panfletos, espectaculares o promocionales fue el factor del éxito; o en su caso, sí hubo “mano negra” que movió la conciencia/preferencia. En el caso de Veracruz, en alguno electores, quizás ronde el pensamiento de si quien ganó no merecía ganar o si entre los derrotados, se encontraba el/la verdadero(a) estadista, el hombre-la mujer que sacaría adelante al municipio, y no el pelele que obtuvo más votos.

¿En verdad fue el hartazgo, la mala gestión de los últimos presidentes municipales lo que inclinó la balanza hacia un lado? ¿Ganó quien debía ganar porque representaba las causas sociales y perdió quien debía perder porque representaba intereses corporativos y empresariales? ¿En verdad ganó quién debía ganar o fue la pérdida de credibilidad en los partidos y sus políticos? ¿Qué tan soterrado fue el trabajo de tierra que hicieron los ganadores como para que no se dieran cuenta los perdedores? ¿Son los candidatos independientes auténticos contendientes o la versión millennials de los partidos satélites?

Por lo que toca a la capital del estado de Veracruz, muchos se preguntan si los 68,886 votos que dieron el triunfo al candidato del partido Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), señor Pedro Hipólito Rodríguez Herrero fueron porque los electores quieren nuevamente la alternancia en el palacio municipal; porque las 56 “acciones para que Xalapa vuelva a florecer” reflejan las verdaderas necesidades de los electores; porque tuvieron la capacidad de construir una estructura y maquinaria con capacidad para movilización durante la jornada electoral; o porque, como en recientes elecciones, se manipuló a la estructura territorial, urbana y rural del Revolucionario Institucional (PRI): coordinadores de zona, seccionales, representantes territoriales, urbanos y rurales y promotores del voto, para que votaran en contra del propio y a favor de otro.

Alea jacta est dijo Cayo Julio César cuando cruzó con su ejército el río Rubicón para conquistar las Galias. Así también para los conquistadores –alcalde(sa), regidores(as) de la planilla y directores(as)- de uno de los doscientos municipios del Estado de Veracruz no les queda otra más que cumplir con las promesas de campaña y superar las expectativas levantadas. Como tampoco hay marcha atrás para la decisión que tomaron los electores; solo les resta confiar en que los nuevos no salgan igual o más pillos que los viejos, que el electo, o la elegida, trabaje por la causa ciudadana y no para la causa partidista.

La alternancia en la presidencia, las gubernaturas y las alcandías hace suponer que la democracia sigue su curso y que ahora sí se tiene la certeza de que el voto es respetado. Lo cual, dado los resultados de los recientes procesos electorales, así lo dejan ver; sin embargo, queda la duda razonada de que tanta es la propia voluntad del elector que determina el cruce de boleta,  y no la manipulación de necesidades y aspiraciones. Dicho en con otras palabras, que tanto el populismos cargado de promesa de igualdad de oportunidades, empleo, servicios educativos y de salud de calidad para todos y todas, invade el sistema neuroemocional del votante.

La toma del palacio de gobierno de Xalapa, por la vía del voto, del partido Movimiento de Regeneración Nacional, encabezado por un especialista en Desarrollo Sustentable, Medio Ambiente y sociedad, ordenamiento territorial, pobreza, migración, supone el resurgimiento de la esperanza de  un ciudad segura, productiva, bien alimentada, alfabetizada;  que usará los recursos naturales sin comprometer el futuro de las siguientes generaciones; que los nuevos funcionarios que le trabajen en su equipo, serán mujeres y probos, hábiles en el  manejo de situación de crisis e inmunes a la corrupción.

Los votantes que creyeron en las propuestas de campaña del candidato(a), como Julio César que cruzó el Rubicón, nos les queda otra más que seguir para adelante, y vigilar que los nuevos empoderados honren la palabra, trabajen por el bien de todos y todas, reconstruyan el tejido social, e impulsen una nueva relación entre gobernantes y ciudadanos. Y a los no favorecidos con el voto, de igual manera deben demostrar a sus seguidores que el deseo de servir no estaba condicionado a que ganaran. El ser y hacer no lo da el poder. Para trabajar por el bien común no se necesita de nombramientos o cargos directivos.

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