Fueron millones y millones de norteamericanos los que están de acuerdo, sino con todas, con algunas de las locuras de ese maniático llamado Donald Trump. Millones de norteamericanos que sí quieren un muro entre México y los Estados Unidos, millones que quieren deportar indocumentados, millones a quienes nos les disgustó la misoginia, el racismo y el trato que brindó Trump a las mujeres.
Y es que millones de americanos son como Trump. Entre esos millones está además esa clase de blancos marginados que sólo habitaban en los cuentos de Raymond Carver o en las películas de Lars von Trier, esos americanos que viven en el extremo de la miseria, en el extremo del olvido, en el extremo del resentimiento.
Son esos americanos que sienten que la tierra les pertenece pero que no les importa cultivarla, esos que no quieren los trabajos duros pero que se molestan si un inmigrante los realiza. Lo que más sorprende es que entre esos que votaron por Trump hay también mexicoamericanos, quienes llegaron cruzando el río Bravo, pero que sienten que ya nadie más tiene derecho a buscar. Esos son los que deberían preocuparnos.
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