Fondo Metropolitano, otra más de Duarte

Duarte
Xalapa, Ver. Javier Duarte de Ochoa, FOTO: VICTOR HUGO MORENO/FOTOVER
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / El senador José Francisco Yunes Zorrilla, en su papel. Presentó ayer punto de acuerdo en el Senado para que la Cámara alta del Congreso de la Unión exhorte al gobierno de Veracruz a que transfiera los recursos federales del Fondo Metropolitano que le corresponden a los municipios de las zonas metropolitanas de Xalapa, Veracruz, Coatzacoalcos y Acayucan.

Colateralmente, que se exhorte también al Orfis a que garantice el adecuado manejo  de recursos federales que deben ser transferidos a los municipios de la entidad.

El gobierno de Javier Duarte tampoco entregó esos recursos y el ente fiscalizador no adoptó medidas de control para evitar que sucediera. Lo interesante es saber a dónde fue a parar el dinero, aunque pudo haber sido para tantas mansiones, ranchos, joyas de miles de dólares, departamentos de lujo y más que compró Duarte.

Seguramente si a Flavino Ríos Alvarado le da el dinero que le ha prometido la Secretaría de Hacienda, pagará. Aparte de eso lo importante es que se investigue y se castigue a los responsables de no haber pagado esos recursos federales.

Pero situación crítica la  enfrentan también los alcaldes de: Angel R. Cabada, Santiago Avendaño Barrios; Misantla, Efrén Meza Ruiz; Mecatlán, Gerónimo Luis Hernández; Coxquihui, Reveriano Pérez; y Coyutla, Benito Picazo, a quienes adeudan dos meses del Fondo Fortamun y tres de FISM, por lo que los pobladores de sus municipios amenazan con tomar los palacios municipales y cerrar importantes vías de comunicación.

Gabriel Deantes Ramos

Corría el año 2012 y la campaña electoral de Enrique Peña Nieto en Veracruz estaba ya muy avanzada pero no levantaba.

Fuentes del Comité Ejecutivo Nacional del PRI me habían dicho que había mucha molestia en el mexiquense por el derrotero que había tomado su cruzada en tierras jarochas. Los reportes le preocupaban y empezaban a alarmarlo. Iban mal.

El hoy Presidente había nombrado su coordinador en el Estado al hoy diputado federal veracruzano, Jorge Carvallo Delfín, lo que no le había gustado al entonces gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Su candidato para el cargo era su amigo muy allegado, en quien confiaba a ciegas, Gabriel Deantes Ramos, de padres veracruzanos (de Pueblo Viejo, contiguo a Tamaulipas) pero quienes lo habían llevado a nacer en Tampico porque en su pueblo dejaban mucho que desear los servicios de salud.

La razón que tenía Duarte era muy poderosa: el coordinador sería quien manejara todo el dinero que su gobierno destinaría a la campaña, que no era poca cosa, muchos millones pues había que asegurar el triunfo a toda costa para sacar al PAN de Los Pinos.

El hoy prófugo lo solucionó nombrando como subcoordinador a Deantes, de tal forma que todos se cuadraban ante él y no ante el de Lerdo, pues ya se sabe que el que paga manda.

Pero, no obstante todo, la debacle, que finalmente ocurrió (el copetudo perdió la elección en el Estado), ya se veía venir, de tal forma que un día los operadores de Peña Nieto, intrigados, preguntaron que quién era Gabriel Deantes Ramos, pues sabían que era quien en realidad operaba la campaña por los recursos que traía.

Y en “Prosa aprisa” lo narré. Dije eso, que preguntaban quién era el personaje.

No se me olvida porque esa mañana en que apareció publicada la columna, sorpresivamente un colaborador de la entonces poderosa coordinadora de Comunicación Social, Gina Domínguez Colío, me llamó para decirme que me invitaba a desayunar.

Mi sorpresa fue mayor cuando nos vimos y me transmitió el mensaje de su jefa, para entonces ya embriagada de poder no obstante que apenas estaban en el segundo año de su gobierno.

Me dijo que mi comentario había causado profunda indignación en la señora (después sabría que eran compadres; haber comentado que preguntaban quién era su compadre le había parecido altamente ofensivo) y lo entendí como si no sabía yo con quién me metía.

Sin duda alguna eran muy poderosos y ella creía ser dueña del derecho a decir qué sí y qué no se podía publicar en Veracruz (en diciembre de 2010, apenas habían arrancado en el gobierno, hizo que prácticamente todos los portales donde se publica mi columna la “bajaran” –la quitaran–  porque comentaba la ostentación  que hacía el suegro del gobernador en una revista dedicada a empresarios); estaba borracha de poder.

Durante todo el sexenio escuché hablar mucho de Deantes. Hay muchas historias sobre él. Que si era quien entregaba el dinero del gobierno a los del PRI, que si era quien maiceaba a los dirigentes de los partidos de oposición, que si era quien manejaba (pagaba) la estructura electoral paralela que había creado Duarte en todo el Estado para apoyar a su candidato al gobierno Alberto Silva Ramos, que si era dueño de una ostentosa mansión con elevadores, sala de cine y tantos baños que le decían “El meadero”, que si había fletado un avión para llevar a Cancún a sus invitados para celebrar el cumpleaños de una hija, que si era dueño de edificios (uno en sociedad con Gina), de plazas comerciales, que si era quien había operado económicamente el apoyo a Morena en el pasado proceso electoral para evitar que llegara al poder Miguel Ángel Yunes Linares, qué si esto y qué si lo otro.

Fue apenas este año cuando lo conocí en persona. Ya era Secretario del Trabajo. A través de un conocido de ambos se concertó una comida. Quería ser candidato a diputado federal por el distrito de Zongolica, al que le había invertido ya mucho tiempo y dinero.

No me causó mala impresión. Me pareció hasta bonachón. Se conducía en forma sencilla y resultó buen conversador. Atribuyó parte de su mala fama a su primo el hoy diputado federal Alberto Silva Ramos, de quien me dijo que no permitiría que nunca pusiera un pie en su casa. Que él le había inventado muchas historias y hasta me dijo que me invitaría a su casa para que la conociera y me diera cuenta que no era lo que se decía de ella; que ya Juan Antonio Nemi Dib lo había constatado.

Como lucía una bonita chamarra, le platiqué que meses antes la había visto en un almacén exclusivo Macy’s en McAllen, Texas, que le había ya visto otra a Héctor Yunes Landa, pero que no había estado al alcance de mi bolsillo. Me reviró de inmediato: “Qué talla usa y qué colores le gustan”. Sin duda, me hubiera hecho de un buen guardarropa para invierno, pero le di las gracias. Me dije, era un hombre que sabía para que era el dinero.

Posteriormente, cuando dejó la Secretaría del Trabajo, lo busqué porque quería saber los motivos reales. Me respondió que al día siguiente me buscaría para invitarme un café. No lo hizo. Fue hasta septiembre pasado cuando nos volvimos a reunir. Comimos. Cuidaba ya su salud pero dijo que rompería su dieta y pedimos cortes de carne asada.

Pese a los señalamientos que le seguían haciendo, lo noté muy tranquilo. Me platicó que ya había ido a la Ciudad de México a declarar ante la PGR sobre observaciones que le había hecho la Auditoría Superior de la Federación, pero que había llevado pruebas de que ya había solventado todo. Me confirmó que se había amparado en previsión de que lo detuvieran, “porque ya sabe usted como son de arbitrarios”, aunque me dijo que estaba seguro que no le podrían probar nada ilícito. No nos volvimos a ver.

El día en que hicieron a que Javier Duarte se separara de su cargo, supe que amigos suyos le habían llamado para decirle que huyera y que se escondiera. “Nos dijo que estaba tranquilo, que no había de qué lo acusaran y que no lo haría. Que estaba aquí en su casa en Xalapa”. Anoche intenté hablar con él pero su teléfono me enviaba a buzón.

Ayer la Fiscalía General del Estado lo acusó ante un juez y le solicitó que emita orden de aprehensión en su contra por el delito de enriquecimiento ilícito. Se sabe que sus bienes no corresponden a sus ingresos. Que lo tienen probado. Está amparado. ¿Ha seguido ya los pasos de Duarte y ha huído?

Tomás Ruiz sigue en la SIOP

Resultó falsa la versión de que habían destituido a Tomás Ruiz González, secretario de Infraestructura y Obras Públicas, por incumplimiento de una ejecutoria de los magistrados del Tribunal de lo Contencioso Administrativo de Veracruz.

La versión la atribuyen, en el círculo del funcionario, al empresario Hugo Vázquez Reyes, molesto porque no le pagan 9 millones de pesos que reclama por unos trabajos mal hechos, ante lo cual la SIOP lo demandó penalmente en 2013.

Al empresario lo ligan a Rafael “El negro” Cruz, cercano a Fidel Herrera Beltrán, así como a Javier Duarte, quien le adjudicó obras en 2011 y 2013.

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