La semana pasada el politólogo Jesús Silva-Hérzog, en un artículo donde hace un análisis de la visita de Donald Trump a México, nos ofrece la definición de Carlo M. Cipolla sobre la estupidez: «El estúpido no es un tonto, no es un ignorante —decía—; lo que caracteriza a un estúpido es su capacidad para causar daño a otros, provocándoselo simultáneamente a sí mismo. Ser estúpido es dañar a otros sin ganar con ello ningún beneficio».
Esta definición le queda a la medida al todavía diputado Marco Antonio del Ángel, hijo del líder de los 400 Pueblos, quien ahora se hace la víctima, pues después de ser agresores de muchos xalapeños con su espectáculo de desnudos, y después de agredir al gobernador electo en las afueras del Congreso ahora exigen al fiscal del estado que retire las órdenes de aprehensión en contra de sus miembros.
«Estábamos instalados —dice el remedo de líder— frente al Congreso, teníamos una asamblea y el señor llegó y llegó atropellando. La prensa se dio cuenta de que entró y entró bien, pero a la hora de salir, salió con prepotencia y sus guaruras salieron empujando. Caramba, enardece». La prensa lo que vio fue la agresión criminal de este grupo que ya ve sus últimos días, que ya ve su próxima erradicación de Veracruz.
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