Jorge Flores Martínez / Los Planes de Desarrollo han sido históricamente documentos inservibles con frases huecas como; “Un mejor futuro”, “Una administración Eficiente y Transparente”, “Un Nuevo Gobierno para un Desarrollo Diferente” y demás joyas de la demagogia y el absurdo, que con el paso del tiempo lo único que evidencian son las reales intenciones de los gobernantes, por ejemplo, Fidel Herrera nos habla de un desarrollo diferente y de una gobernabilidad democrática, que fue exactamente lo que instrumentó desde su muy particular idea de lo que significa desarrollo, democracia y gobernabilidad; Javier Duarte en su plan de desarrollo, insiste en la necesidad de mejorar y eficientizar la administración, transparentar el ejercicio de gobierno y de los recursos públicos, me temo que solo nos dio aviso que justamente esa era la debilidad detectada, nadie lo vio, nadie lo previó, pero ellos, como autores y gobernantes lo tenían perfectamente claro desde el primer día y en esto basaron su terrible ejercicio de gobierno.
La inutilidad de estos Planes Veracruzanos de Desarrollo es que son imposibles de evaluar o darles seguimiento. ¿Cómo calificar el éxito o fracaso de programas de gobierno, cuando las metas y objetivos no presentan tasas, índices o valores mesurables? ¿Cómo se le da seguimiento a los PVD cuando los indicadores a medir son: apoyar, impulsar, intensificar o cualquier otro imposible de cuantificar? ¿Cómo calificar durante la administración los programas de gobierno, sí estos no contienen un solo elemento medible o valor que permita su comparación con la situación que guardan en el tiempo? La verdad es que esa siempre ha sido la intención, yo trazo los objetivos, yo los revisó y doy seguimiento durante su ejecución y yo califico el éxito y logro. La formula perfecta del fracaso.
No me atrevería nunca a elaborar una propuesta, no tengo la capacidad técnica, discursiva y mucho menos los datos estadísticos, pero si puedo expresar lo que considero debe contener el Plan Veracruzano de Desarrollo 2016-2018, sí la intención, claro, es de diferenciarse de todos lo PVD anteriores.
Punto 1.- Cualquier meta u objetivo debe contener elementos estadísticos que permitan su evaluación o contrastación en el tiempo, por ejemplo, si se va a hablar de combate a la pobreza, se debe de partir de la situación actual y el objetivo al final determinado en algún valor perfectamente mesurable, auditable y comprobable.
Punto 2.- Evitar siempre los términos “impulsar”, “apoyar”, “instrumentar”, “fortalecer”, “incrementar”, etc. que en su vaguedad no permiten ninguna medición, se trata de muletillas de los autores cuando no se tiene la menor idea de la instrumentación que se requiere para enfrentar la problemática de Veracruz.
Punto 3.- Reducir a 4 o 5 acciones básicas de gobierno, de las que se desprendan subacciones en ámbitos de cada dependencia o secretaría, por ejemplo, se reducirá la desnutrición infantil en un 50% y de ésta acción básica, se desarrollan subacciones en las dependencias o secretarias involucradas. Además deben incluir evaluación de resultados trimestrales o semestrales y en caso de déficit, se instrumente lo necesario para abatirlo y en el supuesto caso de logro, se amplíe el objetivo a otros rangos o metas.
Punto 4.- Establecer un Concejo de Revisión y Evaluación Ciudadano, que tenga la atribución de revisión y publicación de resultados de manera periódica. Este Concejo no será parte del organigrama de ningún orden de gobierno, será autónomo, honorifico y debería estar representado por personas ajenas a las que se encargaron de la elaboración del PVD.
Extraordinario que el Plan Veracruzano de Desarrollo 2016-2018 obedezca a una consulta pública, mejor si son los ciudadanos quienes le den seguimiento y revisión. Se podría implementar como el primer Plan de Desarrollo a nivel nacional elaborado y revisado periódicamente mediante un proceso de consulta pública ciudadana.
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