A algunas personas y a unos cuantos comunicadores les decepcionó el reportaje que anunciara con bombo y platillo la periodista Carmen Aristegui, donde se descubriera un rasgo nuevo de la personalidad de Enrique Peña Nieto, la de plagiario. Por supuesto en otros países este descubrimiento pondría en tela de juicio la capacidad para gobernar del primer mandatario, así como la ética con la que maneja los asuntos de Estado.
Sin embargo, la decepción se da porque en México el plagio, que es una forma del robo, es cosa común. En las escuelas muchos alumnos no consideran que estén cometiendo un robo si plagian las ideas de otra persona, antes bien creen que tienen derecho de hacerlo.
En otros países descubrir que sus funcionarios fueron plagiarios es motivo para pedirles la renuncia; es por ello que la prensa internacional prestó más atención a la noticia que a los medios nacionales que reciben mes con mes su merecido “chayote”.
Por supuesto, algunos que se quejan decepcionados por el descubrimiento del plagiario, debe ser porque en ellos se encuentra un plagiario de closet; es por ello que hasta justifican a su presidente ladrón.
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