Schooling, el niño que derrotó a su ídolo, Michel Phelps

Shooling
Michael Phelps y Joseph Schooling hace ocho años previo a los juegos Olímpicos de Pekín

Juegos OlímpicosAlrededor de los Juegos Olímpicos hay muchas historias sobresalientes; recientemente vivimos una de ellas cuando el debutante país de Kosovo se llevó el oro en la prueba de judo con Majlida Kelmendi. Su rostro conmovido reflejaba el valor de esa presea que se forjó al calor de una de una lucha armada que vivió la judoca.

En esto radica el espíritu olímpico, en la superación de las adversidades y en el deseo de ganar y sobresalir a través de la fuerza de los hombres y mujeres que asisten a esta justa deportiva, siempre buscando ser más fuertes, más rápidos y alcanzar la mayor altura.

Otra de esas historias que valen la pena resaltar se dio la noche del viernes pasado, cuando todos los reflectores se enfocaban en el atleta más ganador de todos los tiempos, el Tiburón de Baltimore, Michael Phelps, quien en la jornada anterior había logrado romper la marca que por más de dos mil años le perteneció a Leónidas, el mítico espartano que logró 12 títulos individuales en la época antigua de las olimpiadas.

Phelps buscaba su oro número 14, sin embargo, no contaba con que un chico de Singapur de 21 años de edad y de nombre Joseph Schooling le arrebataría ese título número 14. Fue toda una sorpresa, nadie pensó que un simple mortal podría ganarle, en la prueba de 100 metros de mariposa y en la alberca olímpica, a un semidiós del olimpismo, al que muchos consideran un verdadero hijo de Neptuno, el dios griego de los mares.

Pero mayor sorpresa fue, sin lugar a dudas, una foto que circuló después de esta competencia, donde se aprecia al nadador estadounidense fotografiado con un joven, casi un niño de 13 años, petrificado por tener a lado suyo a su héroe, su ídolo. Ese chico era Joseph Schooling.

Esa imagen fue capturada ocho años atrás, en Singapur, previo a los Juegos Olímpicos de Pekín, hoy las cosas han cambiado, y el sueño de un niño se hizo realidad al competir al lado de su ídolo y vencerlo en la alberca olímpica de Río de Janeiro. Este es el verdadero espíritu olímpico.

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