Un mal arranque

- en Opinión

Filiberto Vargas Rodríguez / Fueron evidentes las diferencias.

El sábado 24 de octubre del 2015, Alberto Silva asumió la dirigencia estatal del PRI en Veracruz, en el World Trade Center, evento que congregó a unos diez mil asistentes y que estuvo coronado con la presencia del dirigente nacional de ese partido, Manlio Fabio Beltrones, y del “primer priista de Veracruz”, el Gobernador Javier Duarte de Ochoa.

Este domingo, cuando apenas se habían rebasado los cien días de la gestión de Silva, en un recinto mucho más reducido, Felipe Amadeo Flores Espinosa entró al relevo.

No acudió Manlio Fabio Beltrones, tampoco la secretaria general, Carolina Monroy del Mazo. Fue el secretario de Acción Electoral del comité nacional priista, el senador Arturo Zamora Jiménez, quien se encargó de tomarle protesta, en calidad de “encargado del despacho”, al nuevo dirigente tricolor en Veracruz.

No asistió Javier Duarte y, como consecuencia de ello, los priistas de su gabinete también estuvieron ausentes.

Acudieron, sí, la mayoría de los que manifestaron su interés por buscar la candidatura priista al gobierno de dos años. Estuvo presente el principal aliado de Héctor Yunes en este proceso, el senador José Yunes Zorrilla. Asistió Alberto Silva, para dar formalidad al relevo, y estuvo la nueva senadora de la república, la dirigente del sector popular en Veracruz, Érika Ayala.

¿El resto?

Presentes, todos los agraviados del duartismo, los que se quedaron sin chamba cuando se fue Fidel Herrera. Otros, que se alinean con el alemanismo. Esos ahí estuvieron, para brindarle su respaldo a Amadeo Flores pero, principalmente, para dejarse ver por el virtual candidato a la mini-gubernatura, Héctor Yunes Landa.

Lo que en un principio parecía “raro”, hoy adquiere tintes alarmantes. El PRI en Veracruz no está unido para hacer frente a la contienda electoral que se avecina. No hay inclusión, tampoco acuerdos.

Javier Duarte y su gente están contenidos. Le dejan toda la tarea al candidato, en espera de que éste acuda a ellos para solicitar ayuda, la que –por supuesto- no será gratuita.

La estrategia es perversa, pero a la vez peligrosa. Javier Duarte y su poderosa estructura política, la que le ha hecho ganar múltiples procesos electorales, se mantienen a la expectativa y llevarán a Héctor Yunes hasta el borde de la desesperación. Cuando éste sienta que la campaña no tiene remedio, entonces entrarán a su rescate y le demostrarán a él, y a su gente que hoy, para ganar en Veracruz, necesitan de los votos del duartismo.

Los apoyos, en especie, en metálico y en recursos humanos, le llegarán a Héctor Yunes a cuentagotas. Semana a semana, con previa revisión de los avances de la campaña y de la aplicación de los recursos. Esa es la condición impuesta por Javier Duarte.

El riesgo es evidente. Ese chantaje impedirá que Héctor Yunes se suelte atacando al mandatario estatal y a su gente, lo que reducirá en forma considerable la fuerza de su discurso.

Si Héctor Yunes no ataca al gobierno duartista, eso lo hará Miguel Ángel Yunes Linares, el candidato de la alianza PAN-PRD, quien construye una campaña a partir del odio y el desprecio que importantes sectores sociales sienten por la actual administración estatal, emanada del PRI.

La ausencia de Manlio Fabio Beltrones –dicen- obedece a su descontento por el relevo en la dirigencia del PRI. “Eso no abona a la unidad e inclusión que acordamos”, habría dicho.

Mal inicio el de Amadeo.

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