Sin necesidad de diagnóstico, sin necesidad de que nos lo diga don Alfonso Salces, sin requerir de un estudio psicológico, las acciones del gobernador de Veracruz dan pie a creer que éste está padeciendo una inusual patología. La realidad se le distorsiona y ve lo blanco como negro y lo negro como blanco; lo dulce como amargo y lo amargo como dulce; lo justo como injusto y lo injusto como justo. O qué podemos pensar de un gobernador que se niega al diálogo con jubilados y pensionados, no sólo les cierra la puerta sino que además los reprime, pero sin ningún empacho abre las puertas a los hampones de Los 400 Pueblos, a esos delincuentes a los que llama dulcemente aliados. «Porque luchamos por las mismas causas, porque tenemos las mismas banderas y porque nos interesan los mismos objetivos» le dice el gobernador a estos delincuentes de Los 400 Pueblos, a estos hampones, a estos explotadores de niños y de ancianos. ¿Dónde está el sentido de la justicia del gobernador? Pero ya lo dice el profeta Isaías en el capítulo 5 versículo 20: «¡Ay de los que dicen que lo bueno es malo y lo malo es bueno, los que ponen oscuridad por luz y luz por oscuridad, los que ponen amargo por dulce y dulce por amargo!». Él, continua diciendo el profeta, extenderá su mano contra ellos y les asestará un golpe.
El sentido de la justicia de Javier Duarte
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