Todos estuvieron pendientes, miraban al invitado especial, al gobernador, a los dos Yunes rojos y ninguno daba alguna señal, algún mensaje vedado. Lo buscaban en la forma de saludar, de sonreír, en la manera de echarse el bocado a la boca y nada. Todos se quedaron esperando porque no sabían que previo a la comida ya se había reunido Manlio Fabio Beltrones, Javier Duarte, Héctor Yunes y Pepe Yunes y uno que otro que pudiera atestiguar lo que en ese momento se pactaba. ¿No esperarían de veras que el líder nacional de PRI dejara de comer o tomar su whisky para dirigirse a la comitiva y señalara con el dedo de dios a «su hijo amado, al que el señor ha aprobado»? No lo iba a hacer en público porque Manlio Fabio se ha hecho a las formas del PRI y conoce todos los guiones teatrales de la democracia en este país. Pero hubo acuerdo y al final, a la hora de la despedida, algunos lograron recoger alguna frase. ¡Que eso les baste!
No hubo destape, pero hubo acuerdo en San Julián
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