Deslealtad al Gobernador

- en Opinión

Arturo Reyes IsidoroHará apenas tres meses me enteré con sorpresa, de una fuente para mí digna de todo crédito, que supuestamente en la Coordinación General de Comunicación Social del Gobierno del Estado me estaban dando, que no pagando por algún servicio (porque hay una diferencia entra una cosa y la otra, aunque tampoco esto ha ocurrido), cien mil pesos mensuales, se supondría (eso pienso yo) que para tratar de ayudar a mejorar la imagen de la administración pública estatal, o como “convenio”, o como se le quiera llamar.

Incluso se habría dado la orden de que me enviaran “todo el material” porque ya se habrían “arreglado” conmigo. No sé si, en efecto, me tendrían en una lista con una cantidad asignada por la cifra que me dieron, si estaban entregando el dinero a quien se supone que me lo tendría que dar y, en todo caso, quién se lo quedaba y se lo quedó, y quién sabe que le habrían ido a decir al gobernador Javier Duarte, pero quien me lo platicó tenía –y tiene– toda la certeza de que el dinero sí circuló.

Se ha pervertido tanto la relación prensa-Gobierno o prensa-poder, que incluso algo lícito como una relación comercial entre medios y Gobierno –unos venden un servicio profesional y el otro lo paga, factura de por medio con el respectivo pago del IVA– se ve con sospecha, pero no tiene nada de anormal ni de malo. El inolvidable maestro Alfonso Valencia Ríos, quien llegó a ser un referente en El Dictamen de Veracruz, decía que se vendía espacio, pero no el criterio ni la línea del periódico, esto es, que no era malo trabajar con el Gobierno si éste necesitaba anunciarse o publicitarse y a cambio recibir un pago, siempre y cuando no se  comprometiera la independencia del periódico, del medio.

Con detalles le he platicado el asunto al actual coordinador general de Comunicación Social, Juan Octavio Pavón, un hombre bueno, positivo, que quiere hacer bien las cosas, ayudar al gobernador y cumplir con los compromisos que le heredaron del tamaño de una deuda que alcanzaría ya los dos mil millones de pesos, y entre broma y broma (quien quita y me toca algo de lo que me “daban”) le he dicho que le rasque, que meta la lupa para ver si no se les olvidó y quedó por ahí guardado el dinero o parte del dinero, que sería ya un cochinito bien engordado, y que si no me quiere dar todo si lo encuentra, que le doy un “moche” (no podemos estar fuera de moda) pero que se caiga muerto.

Repito, quién sabe qué le habrán dicho en su momento al gobernador, pero me temo que lo han engañado, que le han sido desleales o que han abusado de su buena fe. Me imagino que mi caso, la supuesta entrega de dinero, no es el único. ¿A cuántos nos incluyeron para “cobrar” y hacer negocio personal a cargo del erario público? ¿A cuánto asciende todo? ¿Quién o quiénes se quedaron con el dinero?

Yo siempre he dicho –y aquí así lo he publicado– que si el gobernador Duarte hace bien las cosas, si su administración trabaja bien, hay que decirlo por un principio elemental de ética, de honestidad profesional y de respeto al lector, a cambio de ningún centavo. Lo mismo vale para todos los demás actores políticos y de gobierno, sean de las siglas que sean y de los colores partidistas que sean. Si lo critico, si le señalo errores, también debo mencionar sus aciertos, sus cosas positivas. En algunos medios he dejado de publicar porque cuando les pagaban en el Gobierno, me censuraban mis columnas si yo hacía críticas o señalamientos a Duarte y a su administración; ahora no aceptan un solo reconocimiento al gobernador o a su gobierno, ni un comentario positivo cuando hace las cosas bien, porque ya no les pagan y entonces también me censuran. No estoy de acuerdo con ese tipo de periodismo, porque el lector merece respeto, que se le diga lo malo pero también lo bueno, y no solo lo bueno porque me pagan o solo lo malo porque no. Tendría yo motivos para sentirme agraviado con la actual administración y para sólo magnificar lo negativo, pero no dejo de pensar en mis lectores, que merecen saber todo, lo bueno y lo malo, para que ellos sean quienes se formen su propio juicio.

El gobernador Javier Duarte sigue sometido a fuego mediático, y muy pocos de sus colaboradores lo defienden o tratan de hacer una defensa a su favor. Pero de sus más cercanos amigos –sólo se hizo acompañar por  Erick Lagos y Alberto Silva a la reunión con el subsecretario de Egresos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Fernando Galindo–, así como de aquellos a los que él incluyó en su círculo cercano y a algunos hasta los hizo diputados federales, nadie ha salido a dar la cara públicamente por él y ni siquiera a cabildear para que se le trate con consideración, no así el secretario de Gobierno, Flavino Ríos Alvarado, quien sin importarle críticas en la prensa está haciendo alegatos a su favor, o Enrique Ampudia Mello, su secretario particular, quien cabildea por la causa, o el contralor general, Ricardo García Guzmán, quien trata de explicar lo que más puede explicar, o el mismo secretario de Finanzas, Antonio Gómez Pelegrin, a quien no le queda otra más que aguantar vara y dar explicaciones aunque no convenzan, que no eran ni amigos ni del círculo cercano de Duarte pero quienes en momentos en lo que más se requiere se la están jugando con él, y algo van logrando.

O sea, se está viendo la deslealtad, está asomando de diferentes formas. Tanto por los que en funciones lo engañaron haciéndole creer que hacían y no cumplieron como por los que ahora lo abandonan no obstante que él los encumbró y los trató con toda consideración, además de que los hizo ricos, millonarios. Estar criticando sólo a Miguel Ángel Yunes Linares o tratándolo de descalificar no es defenderlo, porque su problema es mayor, es con buena parte de la prensa tanto estatal como nacional y con los usuarios de las redes sociales, que no tienen fronteras.

Pero nadie se pone de parapeto ni sale a decir que el responsable no es el gobernador sino él, como se hacía antes. Ahora todos andan cuidando su imagen, viendo qué otro hueso pueden alcanzar en la Cámara de Diputados, por ejemplo, o hacia donde van a saltar tan pronto puedan con tal de seguir mamando del presupuesto. Pero de su jefe y amigo, nada. Que se hunda solo.

Duarte ha cometido errores, es innegable, pero no es culpable de todo, y carga con la mala imagen de muchos de sus colaboradores y excolaboradores por quererlos proteger, y ya está viendo cómo le están pagando. En cambio, me consta, muchos a los que se les excluyó del pasado y del actual sexenio sí están preocupados y piden ayudar al gobernador. Todavía le restan 14 meses a este gobierno. Javier Duarte todavía está a tiempo de sacudirse a todos los desleales y a todos los que son un lastre para su imagen y la de su gobierno. Pero la decisión está en sus manos, sólo en las de él.

Molina se apunta…

Juan Carlos Molina Palacios, conocido como el “amigo de todos” por su carácter afable y su vocación de servir, arrancó su campaña para buscar la presidencia de la Liga de Comunidades Agrarias perteneciente a las CNC, en la entidad veracruzana y tal como esperaban los campesinos reunidos en el parque de Carlos A. Carrillo fue directo al señalar que lo primero que debe hacerse para lograr el cambio es denunciar a los corruptos que piden dinero al productor a cambio de meter sus proyectos y bajarles los recursos. Molina Palacios es una persona con la capacidad y la experiencia, además de que cuenta con muchos aliados que seguramente le darán el espaldarazo para que logre su objetivo que es dignificar al campo.

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