Las manos llenas de sangre

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Para Nadia y Rubén, con profundo dolor

Me pregunto si Javier Duarte duerme en paz por las noches. Si no lo asaltan pesadillas. Si no rondan por su cabeza, dando vueltas en su cómoda habitación de Casa Veracruz en Xalapa o en su lujoso departamento de Torre Pelícano en Boca del Río, los fantasmas de todas las vidas que ha cobrado con su desastrosa forma de gobernar al estado de Veracruz, que vive en luto permanente desde que asumió la gubernatura.

El cobarde asesinato del fotoperiodista Rubén Espinosa y de cuatro mujeres en un departamento de la colonia Narvarte de la Ciudad de México este fin de semana, es un nuevo episodio de brutalidad que, además, marca un nuevo derrotero de las agresiones contra comunicadores en el país: es la primera vez que a un periodista desplazado, en este caso de Veracruz, se le persigue hasta su lugar de refugio para cumplir las amenazas que en su contra se profirieron en la entidad de la que tuvo que huir. Fue una cacería.

Todas las autoridades fueron omisas, indiferentes, a las alertas que sobre su seguridad dio Rubén Espinosa. Nadie hizo nada para protegerlo a pesar de que denunció que salía de Veracruz por las amenazas y el hostigamiento hasta en su domicilio particular. Ninguna organización civil ni oficina gubernamental hizo caso cuando dijo que las acechanzas continuaron el Distrito Federal. Hasta que lo mataron.

Junto con Rubén Espinosa fueron asesinadas otras cuatro mujeres. Una de ellas, Nadia Vera, originaria del estado de Chiapas, durante mucho tiempo trabajó como activista por los derechos civiles en el estado de Veracruz. Egresada de la Universidad Veracruzana, hizo trabajo social en el centro cultural Casa Magnolia, fue parte del Movimiento #YoSoy132 en 2012 y recibió agresiones de parte de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública estatal durante una manifestación estudiantil el 20 de noviembre de ese mismo año.

Rubén y Nadia se conocieron en Xalapa, a través de las actividades que ambos realizaban. Ambos, estuvieron cerca de los jóvenes que recibieron una salvaje agresión en la capital de Veracruz por parte de golpeadores con apariencia de policías el 5 de junio de 2015, dos días antes de las pasadas elecciones federales.

El 9 de junio siguiente, Rubén Espinosa hizo pública su decisión de abandonar Veracruz y autoexiliarse en la Ciudad de México. Nadia ya vivía allá, y el día de su ejecución estaba a unas horas de moverse a otro estado para aceptar una oferta de trabajo.

Por ello, la versión de la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México de que el móvil del multihomicidio sería un robo, provoca indignación, da asco de tan soez. ¿Desde cuándo los ladrones comunes se toman el tiempo de torturar a quienes están robando? ¿De cuándo acá unos raterillos dan el tiro de gracia a los asaltados?

El gobierno de Miguel Ángel Mancera pretende hacer lo mismo que el de Javier Duarte: desviar la atención y negarse a investigar el móvil político-periodístico y las denuncias por las amenazas recibidas. A fin de cuentas, ambos son de la misma calaña.

Y para que no quede duda, en el colmo del cinismo y la burla, el principal responsable de estos homicidios, ya sea por obra y/u omisión, el gobernador Javier Duarte, emitió un comunicado en el que “lamentó los aberrantes hechos ocurridos la noche del pasado viernes en la colonia Narvarte de la Ciudad de México, donde perdieron la vida cinco personas, entre ellas, el fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril. El mandatario manifestó este domingo su plena confianza en que las autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) habrán de esclarecer este caso lo más pronto posible”.

Hace unas semanas, una amanuense de Javier Duarte escribió en una columna que publica en una agencia de noticias creada con dinero de dudosa procedencia por otra ex funcionaria estatal, que los “detractores” del gobernador “no saben de lo que es capaz”.

Sí lo sabemos. Tiene las manos llenas de sangre.

 

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