Enamorarse, sentir de repente sensaciones distintas a lo ordinario, descubrir la chispa que nos arrastra a lo sublime, a observar de una manera parsimoniosa haciendo palpitar nuestro corazón a un ritmo que nos lleva por encima de la cordura.
¿Por qué la gente ha dejado de enamorarse? ¿Cuáles han sido los detonantes para que dejemos de ver en el amor la fuerza inequívoca para poder proseguir de una manera plena?
En primer lugar, el miedo a ser amado es uno de los apremiantes para hacer a un lado el amor, miedo a ser rechazado y a no ser tomado en cuenta dentro de una relación.
Preferimos ser el amante que el amado.
Y no me refiero específicamente a enamorarse de una persona, sino a enamorarse de la vida, de nuestras expectativas y nuestros sueños, enamorarse de nuestro entorno, así como de nuestras actividades diarias. Volver a buscar el hormigueo que se desprende desde los más profundo del corazón siguiendo los pasos de una felicidad que conlleve a hacer las cosas extraordinarias teniendo la razón y dejando un rastro en nuestra ruta.
Otro de los factores que nos impiden enamorarnos es la rutina, la llamada monotonía que nos ciega y nos impide observar y guiarnos hacia nuestros sueños.
Cuando logras enamorarte de la vida, descubres la fluidez del universo dentro de ti, reconoces que estás hecho para la grandeza, que eres un ser único e irrepetible creando cosas que jamás imaginaste.
Cuando vives enamorado tu rostro lo denota, abres las puertas a las oportunidades escogiendo aquellas que te harán resolver las adversidades empleando de una forma acertada tus decisiones.
Hoy enamórate de nuevo de ti mismo, de tu familia, de tu trabajo y convierte el dulce sentir en el viaje placentero que recorrerás junto a aquellos que amas.
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