El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha perdido la brújula, no encuentra el camino que lo llevó a ponerlos en los cuernos de la luna. La postura soberbia y tonta de su líder, Marcos, Galiano, Cipriano o como se llame, lo ha puesto en el baúl del olvido. Su imagen romántica y justiciera de Robin Hood la ha cambiado por la de un sujeto amargado y resentido con todo lo que le rodea. Critica al padre Solalinde, llamándolo mentiroso, y juzga duramente el gobierno aun no en funciones de Andrés Manuel López Obrador.
La sospechosa incursión de una de las mujeres de sus bases, supuestamente militares, en la competencia por la presidencia de la República, desde el principio fue mal vista; la sociedad mexicana la catalogó como un intento más de dividir el voto que beneficiaría a Andrés Manuel López Obrador.
Hoy, el sujeto encapuchado exige y siente que tiene la verdad absoluta, se siente poseedor del agua bendita y del Santo Grial. Lo cierto es que el líder zapatista, pudo haber pasado a la historia como un verdadero líder revolucionario, preocupado por las causas indígenas. Sin embargo, intereses oscuros lo coparon por completo. Hoy, el encapuchado de pipa en la mano sólo es visto por la sociedad mexicana como un pobre diablo que no supo leer los tiempos.
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