A tres semanas de que finalicen las campañas, ni pejezombies ni amlofóbicos ceden

Pejezombie
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Armando Ortiz / A tres semanas de que terminen las campañas electorales, ni los pejezombies ni los amlofóbicos ceden. Los primeros siguen viendo a su ídolo como el personaje que los ha de colocar en el primer mundo de las ilusiones y por lo mismo no permiten que nade los baje de su nube; agreden verbalmente a quien cuestione a su líder, no les importa valorar si el cuestionamiento es válido o no, lo que importa es reaccionar, asomar los colmillos y confiar en la infalibilidad de su mesías. Los otros, los amolofóbicos, son muy semejantes, aunque se encuentren en el polo opuesto. Ya andan inventando pactos, ya andan inventando desastres, represiones y venezolazos. Esos a los que no les importa que todos sus esfuerzos han sido en vano, ahora pregonan que cuando llegue López Obrador a la Presidencia, se van a suprimir las libertades religiosas, se van a sancionar las procesiones y se van a destruir los templos; sólo faltó decir que se iba a fusilar a los curas. Estos amlofóbicos, en su rabia por ver que no pudieron con López Obrador, son capaces de decir que el inminente presidente tiene pacto con el demonio. Es un duelo de rabias, de iras, de cólera; pero también de imbecilidades. Afortunadamente nada en la tierra es eterno, y ya se acerca el fin de esta confrontación. Esperemos que como dice la canción de Serrat, terminada la “fiesta”: “Y con la resaca a cuestas/vuelve el pobre a su pobreza,/vuelve el rico a su riqueza/y el señor cura a sus misas”.

La CEAPP hace como que sirve para algo y el Día de la Libertad de Expresión da diagnóstico

Vaya, muy activa estuvo la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas. La excusa es válida, este 7 de junio se conmemoró el Día de la Libertad de Expresión. Como la CEAPP no sirve para nada, acaso para dar becas y regalar recursos para composturas de autos, esta vez quiso hacer como que servía para algo. De modo que, en voz de Ana Laura Pérez, su presidenta, se dio un Diagnóstico de la Libertad de Expresión de los Periodistas en Veracruz. Por supuesto en ese informe se refirieron a la precariedad en la que viven los periodistas de Veracruz, su nivel de estudios, el tiempo que trabajan, lo días a la semana que trabajan y si viven en casa propia o no. También se habló de los periodistas muertos desde 2005 y el número de agresiones en contra de los periodistas. Sin embargo, se dijo cuál era la enfermedad, pero no se dio la cura. De hecho, lo que la CEAPP fue a pregonar es algo que los periodistas en Veracruz no sólo ya saben, sino que viven día a día. La solución no la sabe la CEAPP, no tiene manera de curar la enfermedad, no tiene fuerza ni autoridad para obligar al estado ni a los dueños de los medios para que mejoren las condiciones de trabajo de los periodistas. En pocas palabras, la CEAPP y la “carabina de Ambrosio son lo mismo”.

Con esos asesores, para qué quiero detractores; Castañeda: “Si ya saben cómo me pongo, pa’ qué me invitan”

La última semana de marzo Ricardo Anaya sumó a su equipo de asesores a Jorge Castañeda Gutman, quien había sido secretario de Relaciones Exteriores de Vicente Fox. Previamente Castañeda había hablado en algún noticiero sobre las cosas que Anaya debía aclarar relacionadas con las acusaciones de lavado de dinero; pero eso no importó al equipo de Anaya. Desde sus primeras apariciones en los debates como representante de Ricardo Anaya, Castañeda Gutman se veía displicente, y antes que proponer sólo se dedicaba a denostar. Después de los debates, como palero y no como intelectual, repetía la misma cantaleta: “Ricardo Anaya ganó por mucho el debate”, lo que para él significaba que ganaría la Presidencia. Ahora que se ha dado cuenta que sus cálculos son erróneos, le sale nuevamente lo crítico y dice que el equipo de Anaya nunca supo cómo sacarlo adelante. Mientras Ricardo Anaya sigue pregonando que va a ganar. Jorge Castañeda ya declaró que hay pacto entre AMLO y Peña y que por lo mismo será muy difícil ya ganarle al tabasqueño. Vaya con esos asesores que no la saben controlar; sólo falta que Castañeda diga: “Si ya saben cómo me pongo, pa’ qué me invitan”.

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