La corrupción, la impunidad, la violencia e inseguridad, combinada con el desempleo y el fracaso rotundo de las reformas que impulsó el Gobierno Federal en contubernio con los partidos políticos que se agruparon en el Pacto por México, ha provocado un malestar social, que se ha convertido en el motor principal para votar en contra del PRI y los partidos cómplices que le han justificado su modo de gobernar.
Es cierto que el enojo no es un buen acompañante, ni un buen consejero para los procesos electorales, no obstante, la sociedad se siente agraviada y este primero de julio será la oportunidad, para cobrar la factura al gobierno de Enrique Peña Nieto.
Desde luego que el único recipiente que ha sabido capitalizar este enojo, ha sido el partido que abandera al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador. Muestra indiscutible es que las encuestas más serias del país lo colocan hasta con 20 puntos de diferencia con su competidor más cercano, Ricardo Anaya.
El momento que vivimos es explosivo y las campañas de odio y polarización no contribuyen a un ambiente cordial y pacífico entre el electorado. Se requiere madurez y compromiso con la sociedad. Gane quien gane, necesitará del apoyo de todos, independientemente de nuestra preferencia política.
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