Si en este país no hubiera una brecha tan grande entre pobres y ricos; si en este país hubiera una clase media fuerte; si en este país las empresas pagaran sueldos justos; si en este país los empresarios repartieran sus utilidades de manera más equitativa con sus trabajadores, entonces, tal vez, los millones de mexicanos tomaríamos con seriedad los exhortos del Consejo Mexicano de Empresarios.
Pero tal es el caso que los señores se han, literalmente, hinchado de dinero, de propiedades y de poder a costa de los millones de empleados y consumidores que compramos los productos que nos venden. Son 55 miembros los que conforman el Consejo Mexicano de Empresarios y son los dueños de las empresas que día a día utilizamos o de las que adquirimos bienes y servicios. Son los hombres y mujeres más ricos del país y están preocupados porque llegue un gobernante que los obligue a cumplir a cabalidad con sus obligaciones fiscales.
Pero no sólo eso, que los obligue a pagar salarios más justos y condiciones de trabajo que redunden en el bienestar de sus empleados. Por ello articulan la “guerra sucia”, porque les funciona, porque saben manipular a la gente. Y son capaces de cualquier cosa con tal de mantener esos indebidos privilegios.
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