Ya lo hemos dejado muy claro, no vamos a escribir ni a opinar lo que la gente pida. Un medio de comunicación no es una estación de radio de complacencias musicales. Por supuesto, un medio serio debe dar espacio a las diversas voces, voces autorizadas que con el tiempo se han ganado un lugar entre los lectores. A ellos les damos voz sin censura; ellos pueden dar fe de eso.
Por supuesto, nuestro medio de comunicación Libertad bajo Palabra tiene un criterio propio, una línea editorial que se basa más que en la objetividad, en la honestidad. En ocasiones nuestras opiniones no caen bien a los seguidores de López Obrador y somos objeto del ataque de una horda de pejezombies que no tienen voz, sino alaridos, a veces ladridos. Pero en ocasiones vertimos opiniones favorables a López Obrador, porque creemos que tiene sus virtudes, y entonces nos llenan de halagos que por supuesto consideramos vacíos.
Lo mismo pasa con cualquier otro actor político, del que señalamos sus claros y sus oscuros, pero nadie es más virulento e imbécil que la horda de pejezombies que no miran el contexto ni el historial ni el criterio; sólo se dejan llevar por su histeria, por sus fobias y por su estulticia.
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