Para los seguidores de Meade, él ganó el debate; para los seguidores de Anaya, él ganó el debate; para los seguidores de AMLO, él ganó el debate; para los seguidores de la Zavala, ella ganó el debate; para los seguidores del Bronco, él no ganó el debate, es más, ni siquiera debió ir. Todo esto es lo que muestran las redes sociales, que por supuesto no son confiables pues ya lo dijo Umberto Eco, las redes democratizaron la imbecilidad. Los analistas tienen otra visión, pero también se inclinan hacia uno u otro candidato.
Tampoco se trata de caer en la demagogia de que el pueblo es el que ganó el debate; en todo caso los moderadores, y sobre todo Azucena Uresti, ganaron el debate. El debate fue menos acartonado gracias a la intervención de los moderadores que cuestionaron a cada candidato sin esperar que los candidatos reviraran a ellos; bueno, sólo el Bruto, perdón, el Bronco se puso de insolente al principio, pero por suerte los moderadores lo pudieron de rodillas después y hasta mostraron el talibán que lleva dentro.
El debate mostró buenos y malos oradores, mostró el temple y las debilidades de los candidatos, pero también mostró las máscaras que cada uno usa. Lo malo es que en México el gran electorado no tiene la capacidad de advertir esas señales.
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