Andrés Manuel López Obrador

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Andrés Manuel Lopéz Obrador FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Algo que no se le puede cuestionar a López Obrador es el diagnóstico que tiene del país, es cierto que existe una mafia del poder, todos los mexicanos lo hemos visto y sin duda él le ha puesto nombre y la ha denunciado durante años. No tengo claro si Salinas de Gortari es el máximo representante de esta mafia o es una simplificación que elabora López Obrador para darle cara y sustento a sus argumentos, pero de que existe una mafia del poder en México, no hay duda, aunque para no pecar de ingenuos, cualquier grupo en el gobierno formará irremediablemente su propia “Mafia del poder”.

Esta mafia la componen miembros de todos los partidos, se han repartido el botín durante décadas y han consolidado redes de impunidad que están hoy en día más cerca de las de un grupo delincuencial que de uno político, eso es una realidad del diagnóstico que tiene él de nuestro país.

Estoy de acuerdo cuando nos dice con insistencia “por el bien de México, primero los pobres”, es un argumento sencillo y contundente, además de completamente cierto y, es que justamente ese es el principal dilema que nos enfrentamos todos como mexicanos, cómo atender el problema de la pobreza en nuestro país.

Muchos de los que votarán por él, lo harán por estar hartos de la corrupción, de los privilegios y beneficios de la clase política corrupta, y es que el discurso de López Obrador insiste constantemente en la corrupción, en los 500 mil millones de pesos que nos cuesta anualmente a todos los mexicanos, sin duda combatirla es indispensable y urgente, nuestro país no aguanta más.

Y es que la corrupción también es parte del diagnóstico que tiene de nuestro país, sabe cómo opera y cuáles son los canales para la simulación, no lo digo porque sea deshonesto, por el contrario, es una de sus cualidades más preciadas por todos, sean seguidores o no, lo digo porque al ser Jefe de Gobierno de la CDMX, seguro la vio y la enfrentó, para muestra tenemos a Bejarano o a Ponce durante su gestión.

Es un hombre bueno, austero y supongo bien intencionado, vive sin las pretensiones que nos tienen acostumbrados otros políticos, lo han revisado durante años y no le han encontrado aún nada que no sean propiedades perfectamente congruentes con sus ingresos y lo que más sobresale, más por su nombre que por su valor, es su finca en Tabasco, ‘La Chingada’.

No me gusta que se llame de izquierda y progresista, creo que, en eso no es honesto, no le importa o más bien desprecia lo que la mayoría entiende por democracia liberal, al ser intolerante y por momentos tienda a la descalificación de las ideas antes que al debate de éstas. Tampoco me gusta su desprecio a los derechos de las minorías, no creo que someterlas a consulta pública sea democrático y progresista o si las mujeres, homosexuales o alguna otra minoría considere correcto que se deban consultar sus derechos, por no hablar de su desconfianza a cualquier cosa que sea sociedad civil, eso más que no gustarme, me molesta.

Tampoco me gusta que se asuma como líder providencial de un movimiento de regeneración nacional, donde se promueva una nueva Constitución Moral para los mexicanos, eso me parece que descubre un poco las intenciones que tiene, más que de gobernar, de regenerarnos a todos y de convertirnos mas que convencernos, en su pueblo, en la esperanza que él tiene de México.

Me preocupa su partido político, cada día más dividido en dos alas, una conservadora y la otra cada día más radical y belicosa, porque claramente los más radicales y violentos van ganando la partida.

Me preocupa la visión del ala radical de su partido cada vez más confrontada con el mercado y las libertades de todos los mexicanos, me preocupan porque no creen que se debe crear riqueza para después repartirla. La izquierda moderna no destruye la riqueza, por el contrario, se suma a crearla y generar políticas de distribución más justas y eficaces.

Espero que las propuestas de López Obrador sean solo electoreras, sería una tragedia para México tener un presidente, en caso de que gane, que no sea moderno, que no entienda el mercado como un fenómeno global y que aplique por seis años políticas que ya fracasaron en el pasado.

Después de todo, no se trata de regresar con políticas implementadas en el pasado que nos condujo a este presente de corrupción y desigualdad. Yo quiero pensar que López Obrador debe saber que la economía es una fuerza global a la que no se le puede oponer resistencia, más bien, se tiene que conducir siempre con certidumbre y confianza.

Pero lo que más me preocupa, es la intención de dividirnos, encontrar en el encono y el enojo las causas que motivan su campaña, buscar nuestro voto con un discurso de confrontación y polarización, ese es el tigre, un tigre que ni él ni nadie podrán controlar.

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