El papa Francisco, el infierno y James Joyce

El Papa Francisco FOTO: EL PAÍS

No porque el papa Francisco lo diga, el infierno habrá de desaparecer; de la misma manera, no porque el Papa lo diga, el infierno tendría que existir. La reflexión viene al caso por la nota de el periódico italiano La República, en la que se asegura que el papa Francisco, a las preguntas «¿Qué sucede con las almas malas? ¿Dónde son castigadas?», contestó: «No son castigadas, las que se arrepienten obtienen el perdón de Dios y se suman a las filas de las almas que lo contemplan, pero las que no se arrepienten y no pueden, por lo tanto, ser perdonadas, desaparecen».

De esta declaración La República infiere que el Papa rechaza la idea del infierno, ese lugar de tormento católico en el que se condena por toda la eternidad a una persona que haya cometido pecados en una vida de 30, 40 u 80 años máximo. Esto nos hace recordar a Joyce en su novela Retrato del artista adolescente, donde se señala lo absurdo que es el infierno:

«El infierno es una angosta, oscura y mefítica mazmorra, mansión de los demonios y las almas condenadas, llena de fuego y de humo. La angostura de esta prisión ha sido expresamente dispuesta por Dios para casti­gar a aquellos que no quisieron sujetarse a sus leyes (…) Pero este hedor, por terrible que sea, no es el mayor tormento físico al cual están sujetos los condenados en el infierno. El tormento del fuego es el mayor sufrimiento al cual los tiranos de la tierra han podido condenar a sus semejantes». ¿Cómo podría un Dios de amor crear semejante espacio de tormento?

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