Las escuelas normales, el patito feo del sistema educativo mexicano, se niegan a desaparecer

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Benemérita Escuela Normal Veracruzana (BENV) Enrique C. Rébsamen FOTO: JUAN DAVID CASTILLA

Durante décadas, las aulas mexicanas fueron el espacio privilegiado del maestro normalista. Esas cuatro paredes fueron su parcela de conocimiento y enseñanza. Fue una especie recinto sagrado, donde la enseñanza tradicionalista prevaleció. La generación que rebasa los cincuenta años fue producto de ese proceso de enseñanza aprendizaje.

El triángulo pedagógico entre maestro, padres y alumnos no requería de tanta burocracia y reformas, sólo prevalecía el diálogo mutuo entre los tres actores. Hoy, la evaluación por competencias, la globalización y exigencias de organismos internacionales, exigen un docente más preparado y actualizado.

Sin embargo, la apertura que ofrece la Reforma Educativa a los egresados de las diversas universidades del país ha puesto en desventaja a las 484 escuelas normales, no tanto por su contexto histórico, sino por el descuido y abandono del Gobierno Federal.

Después del caso de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, donde 43 alumnos continúan desaparecidos, sepultados por la verdad histórica que a calzador ha impulsado el Gobierno Federal, las normales son mal vistas, son consideradas hervidero de líderes críticos contra el sistema actual. El próximo presidente tendrá que enfrentar ese reto, modernizar el normalismo mexicano y recategorizar al catedrático de estas escuelas.

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