Estoy dispuesto a darles mi voto, pero…

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Jorge Flores Martínez / Los candidatos nos tienen confrontados a los ciudadanos, a nuestro candidato no aceptamos que se burlen o insulten en nuestra presencia, y tomamos cualquier declaración o meme de forma personal y como agravio imperdonable. Decirle loco a López Obrador, canalla a Anaya o despintado a Meade, resulta una ofensa en la que salimos en su defensa de forma pronta, cual escuderos de tan insignes y dignos caballeros.

No es así, solo son como todos los políticos, tienen su agenda y objetivos personales, y nosotros tenemos el derecho como ciudadanos de darle nuestro voto al que mejor nos plazca, pero nunca de endosarles nuestra libertad y escepticismo crítico.

Puede ser poco o sin importancia, pero de alguna forma el candidato que gane en la próxima elección lo hará porque la ruta democrática es posible en México. La democracia, por frágil y débil que nos parezca, la hemos construido entre todos, no se la podemos endosar a ninguno de los candidatos. Además, es importante recordar que esta democracia no nos pertenece, solo somos depositarios temporales, pertenece a las próximas generaciones de mexicanos para que la sigan construyendo.

También puede ser poca cosa, pero la libertad que tenemos de expresarnos en las redes sociales, en los medios de comunicación o en la calle, es muy valiosa, en muchos países esta seriamente restringida y castigada. Recuerdo las pláticas familiares hace 30 años, cuando se hablaba de lo que los columnistas políticos escribían entonces entrelíneas, nadie podía expresar libremente nada y todo lo que escuchábamos era en lenguaje codificado y prácticamente cifrado. Esta libertad ahora es nuestra, nos ha costado mucho a todos, como para cederla a un candidato, cualquiera que sea.

Lo anterior no se negocia ni se pone a consideración de nadie. Nosotros como ciudadanos debemos tener claro que los candidatos solo nos piden el voto, no les debemos obediencia y lealtad, mucho menos plantarnos como sus defensores y protectores. No podemos permitir que se inviertan los papeles. En nuestra democracia en construcción, se supone que ellos nos deben obediencia y lealtad, eso es lo que estamos construyendo con mucho esfuerzo y, porque no decirlo, con muchos descalabros y, en ocasiones, grandes decepciones.

Con cualquiera de los tres que quieran, yo quiero. La única condición que pongo, solo estoy dispuesto a darles mi voto, cualquier otra cosa, me la estarían quitando sin mi consentimiento.

En otras cosas; ayer escuché a los tres candidatos en su intervención en la Convención Bancaria, de los tres no hacemos uno regular: Andrés Manuel López Obrador tiene un serio problema de lenguaje verbal y corporal; José Antonio Meade es un experto financiero con conocimientos incuestionables en la materia, pero no transmite emoción ni nada; y Ricardo Anaya intenta ser tantas personas que no logra ser él mismo.

Tocaron el tema de la pobreza y ninguno de los tres la abarcó adecuadamente, López Obrador la vínculo, tan irremediablemente, como resultado de la corrupción, que es poco lo que se puede hacer; Anaya anticipó que el cambio está próximo y tenemos muy poco tiempo para actuar; Meade la diagnosticó como resultado de una educación deficiente, los pobres son los que no tienen preparatoria terminada, ahí están y estarán, dice él.

Es lamentable, pero ante un problema tan serio como la pobreza, los tres cuentan con el mismo diagnóstico; Andrés Manuel López Obrador lo intenta resolver dando dinero a los jóvenes, mejor becarios que sicarios; Ricardo Anaya, extrañamente, también quiere dar dinero, pensión universal para todos; José Antonio Meade, solo sabe que la única forma de salir de jodido en el mundo es la educación, pero no atina a estructurar una idea clara.

Tengo casi 50 años y nunca he recibido dinero del gobierno, pero puedo decir que, gracias a una política de educación pública, tuve acceso a estudiar una carrera universitaria que me ha dado, mal que bien, para vivir los últimos 25 años.

No me termina de convencer ni uno de los candidatos; uno me parece un demagogo populista; el otro muy joven para hacerse cargo de este carnaval del horror que es México; y el del PRI, pues es casi imposible votar por ese partido después de habernos traicionado como lo ha hecho siempre.

Pero en fin, esto aun no termina, solo espero que no termine con nosotros antes.

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