El nuevo PRI de Peña Nieto

Putrefacto
Enrique Peña Nieto con la peor generación de gobernadores corruptos FOTO: WEB
- en Opinión

Jorge Flores Martínez / Enrique Peña Nieto debe odiar cada palabra, cuando dijo que Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge y demás corruptos personajes representaban al nuevo PRI, a la nueva generación de priistas que transformarían nuestro país.

Y debe odiar cada una de sus palabras de elogio inmerecidísimo, porque son muy pocas las ocasiones cuando se puede resumir la administración de un presidente con solo unos cuantos minutos, que cual sentencia, arruinaron y marcaron todo su sexenio.

Debe estar en las noches caminando por Los Pinos preguntándose qué fue lo que paso, todo iba bien, las reformas salieron a pedir de boca, estaban “Saving Mexico”; el mismo López Obrador, sin argumentos sólidos para retarlo, prácticamente aniquilado en su mesianismo tropical.

La Casa Blanca o la de Malinalco fueron importantes, pero no suficientes para explicar la caída, nada a lo que los mexicanos no estemos acostumbrados. ¿Qué pasó?, ¿en qué momento se cayó la presidencia?; se lo debe preguntar con la terca insistencia del que no entiende, que no entiende. Debe responderse, nunca ha habido tantos gobernadores presos por corrupción, mi administración ha sido dura contra los gobernadores corruptos.

Pero no, justamente esa es la causa de la caída del presidente, del PRI y de buena parte del sistema político mexicano; banalizó la lucha contra la corrupción, no escuchó, la hizo ajena a su administración y se mofaron de los mexicanos ofendidos, lastimados y hasta la madre de tanto ladrón en el gobierno.

Tener a gobernadores corruptos en la cárcel no es un logro, realmente es la condena a su administración, porque están presos a pesar de no quererlo el presidente, a pesar de que representan las más sucias complicidades y el robo más descarado a los mexicanos que se tenga memoria.

Peña Nieto es responsable de su fracaso, es el único y total responsable de la salida del PRI del gobierno, es el que, en la impunidad del poder recuperado en 2012, creyeron que podían gobernar como solo los priistas sabían hacerlo.

Ahora les queda el Estado de México, pero será solo por unos cuantos años, se lo pelearán con Morena en las próximas elecciones y lo perderán.

Las futuras generaciones hablarán de cómo acabo el PRI, serán muchas las lecciones, unos dirán que nunca pudo adaptarse a la democracia porque no eran democráticos, otros sesudos, asegurarán que fue su origen profundamente corrupto lo que lo aniquilo, no fue capaz de leer el cambio de los tiempos.

El resto, solo tendrá claro que el PRI no desapareció, solo se transformó en Morena, desde esa trinchera perfecta de la izquierda ambigua, de honestidad valiente sin rendición de cuentas, de respeto a la democracia a conveniencia, es parte del ADN más profundo y querido del priismo.

Lo que proponen es el sueño cínico de cualquier priista recalcitrante, un partido incuestionable, con liderazgo y presencia popular en los tres sectores. El que no esté de acuerdo será enemigo de la patria, será parte del imperio y de la oligarquía opresora.

Así, sin quererlo, Enrique Peña Nieto será el padre fundador del nuevo PRI, de los nuevos priistas.  Por eso la mafia del poder, poco a poco cambio de siglas, el PRI es tan corrupto que los delata, requieren otra cosa, algo que los santifique y regrese limpios de corazón al poder. Un partido con el capital político suficiente para hablar de ser los constituyentes de una nueva moral nacional que rija a todos con sus nuevos valores éticos.

Veremos en unos años a nuestros gobernadores, ahora presos, limpios y santificados, regresando por sus fueros, gritando haber sido perseguidos políticos y pidiendo el perdón del líder, la absolución de sus pecados.

Mientras Peña Nieto, solo dirá que fue Meade un mal candidato, su único error, el más grave y costoso; ya sin Casa Blanca, sin Gaviota, sin PRI.

Tan fácil que era construir una izquierda moderna en México, se tenía todo, los hombres, las ideas, el espíritu y por desgracia, por una maldición recurrente, solo fuimos capaces de reinventar al peor PRI.

Nuestro querido México, en su laberinto imposible.

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