Kathy Bates repite con una interpretación inmensa en la segunda temporada de Descolocados de Netflix

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Kathy Bates FOTO: WIKIMEDIA

Vuelve Descolocados (Disjointed) a Netflix con su segunda temporada. Esta comedia ligera ambientada en un dispensario de cannabis no ha hecho mucho ruido hasta el momento, pero cuenta con una legión de seguidores entre los fieles al 420 y entre los fans del trabajo de la oscarizada Kathy Bates.

Para aquellos que descubran ahora la existencia de la serie, decir que Descolocados no es una comedia rompedora en cuanto a estructura, por mucho que intente escandalizar con su temática: se trata de una sitcom al uso, no en vano está firmada por Chuck Lorre, productor de Dos hombre y medio y Big Bang Theory entre otras, en la que los gags de cada episodio, por encima de la trama general, son los que copan los esfuerzos de los guionistas. Estos, sin ser brillantes, cuentan con un argumento de peso para funcionar, un arma secreta que sostiene toda la estructura de la serie: la interpretación que Kathy Bates hace de la leyenda (ficticia) del activismo Ruth Whitefeather.

La capacidad de Ruth para leer el alma de los demás, para interpretar sus reacciones como lo haría un jugador de poker, sigue enamorando en la segunda temporada -aunque puede que la relación con uno de sus clientes ponga a prueba sus habilidades de lectura- y solo Bates podría construir este personaje con el nivel justo de dureza, ternura y desvarío. Sigue siendo la consejera de todo su entorno, la defensora de causas perdidas, esa loca deliciosa que aporta cordura a cada situación con el comentario oportuno, con el cinismo que se le supone a una activista que ha perdido muchas batallas, pero que no por ello renuncia a seguir intentando mejorar el mundo.

Si en la primera temporada la serie se apoyaba con más frecuencia en su ambientación “stoner” para el desarrollo de los gags, en esta segunda, el dispensario pasa a un segundo plano para permitir que la construcción de personajes siga su curso: viviremos las aventuras empresariales de Travis y Olivia con un postre de aspecto sospechoso, pero de delicioso sabor y portentosos efectos; nos emocionaremos con la búsqueda de las “niñas” de Pete, el genio cultivador del dispensario, una aventura en la que también le acompañará el sobrio (en cuanto al consumo de sustancias) maestro de artes marciales “Tae Kwon Doug” (magistralmente interpretado por Michael Trucco); y seguiremos riendo con las locuras “fumetas” de Dabby y Dank, una pareja que se merece un spin off más que ningún otro personaje (o al menos una web serie como la que presentan en la ficción).

Lo cierto es que, como en casi cualquier serie de Lorre, el escenario no deja de ser una excusa, un mecanismo secundario que apenas aporta el contexto necesario para agilizar la presentación de los personajes. Otra cosa son los fragmentos de animación que se incluyen, una vez más, en prácticamente todos los capítulos. Allí donde la imagen real se queda en la superficie, las pequeñas piezas ilustradas son una delicia densa, tanto en lo visual como en lo narrativo, y siempre aportan un enfoque diferente a la trama o al momento del personaje que acompañan, como en esos momentos lúcidos que a veces sobrevienen a los usuarios del dispensario.

Descolocados se puede considerar una comedia de nicho, como en su momento lo fue Big Bang Theory, que se alimenta de la amplia imaginería de un universo preexistente (el del cannabis, en el caso de Disjointed; el de los frikis, en el de Big Bang) para ofrecer una visión distinta de la sociedad y sus integrantes. A veces los humanos nos encontramos en las pequeñas diferencias que nos separan, en las distintas formas de entender el mundo y a nosotros mismos; Chuck Lorre lo sabe y sabe encontrar proyectos que se ajustan a unos cánones que invitan a acercarse de forma amable a esos mundos desconocidos que suelen estar ahí al lado. Esta vez, además, no tendrá que refrenarse a la hora de eliminar los “tacos” de sus diálogos, gracias a la libertad que le ofrece tener a Netflix como productora/distribuidora.

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