La lucha electoral está a todo lo que da; los tres candidatos con reales posibilidades de ganar disparan a mansalva sus declaraciones. Ricardo Anaya nombra a Meade Kuribreña como un hombre de acero, corrige y puntualiza que de a cero votos. A López Obrador le relaman que utilice dos encuestas cuchareadas a su favor. Y el candidato del PRI, José Antonio Meade Kuribreña, se despacha solo y promete un incremento salarial a los maestros, incremento que ni la propia Reforma Educativa pudo garantizar.
Lo cierto es que, hasta el momento, ningún candidato puede ufanarse de que tenga segura la victoria. Ricardo Anaya confía en que el electorado de los 11 estados donde el PAN ha asentado sus reales le brinde su apoyo, y lo más importante su voto. En caso de Andrés Manuel López Obrador, nadie le discute que vaya encabezando la mayoría de las encuestas, sin embargo, su estructura presenta indicios de fragilidad, la inclusión de personajes con dudosa reputación e intenciones a Morena deja ver cierto pragmatismo ventajoso que, desafortunadamente, no es bien visto por la clase intelectual que aún apoya incondicionalmente a AMLO.
En el caso de José Antonio Meade Kuribreña, su campaña va cuesta arriba. El descredito descomunal de corrupción de los exgobernadores priistas ha desgastado enormemente la imagen del tricolor. Sin añadir que la imagen del presidente Peña Nieto en lugar de ayudarle, le perjudica. Lo único seguro es que los mexicanos veremos un final muy cerrado. Un final de película.
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