Dos enfermos se están enfrentando en esta semana. Uno que ya siente pasos porque las encuestas muestran que su peor enemigo sigue encabezando las preferencias y en porcentajes muy altos, y el otro enfermo cree que ya tiene en sus manos la Presidencia. López Obrador perdió en 2006 la presidencia de la República por su soberbia. Él y sus seguidores ya se sentían, uno presidente, los otros secretarios de estado.
Ya nos miraban desde su nube, ya se sentían Martí, Bolívar, Mandela. Finalmente, y apoyados en un fraude electoral, el PAN se hizo de la presidencia y puso al espurio Calderón. AMLO esperaba que la gente saliera a tropel el día de las elecciones a votar por él, pero su soberbia lo engañó. Ahora se empiezan a notar los mismos síntomas que en 2006.
López Obrador cree que ya es suya la Presidencia, y por eso le dice a Peña Nieto «de manera respetuosa que se serene, que no se altere, que no se caliente, que no le haga caso a las encuestas» y hasta le receta Amlodipino (que debería ser Amlodipina). Pero a él le hacen falta unas buenas dosis de Soberbipina, para bajarlo de su nube. No le vaya a pasar, a la hora de los resultados de la elección, como al de la canción de Cornelio Reyna: «Me caí de la nube que andaba, como a 20 mil metros de altura».
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