En la Odisea, Homero describe a las sirenas como seres que «hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas», puesto que aquel que escucha su voz «nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos (…). Antes bien, lo hechizan estas con su sonoro canto, sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca». Esas voces eran lo que se conocía como el canto de las sirenas, una terrible amenaza a evitar por los marineros de la Antigüedad durante sus navegaciones por el Mediterráneo.
Dicen los que saben de política que ese efecto pasa con los que prueban el poder. Muchos políticos se sienten tocados por el dedo de Dios. Como ejemplo ahí esta Cuauhtémoc Banco, que se siente iluminado para sacar adelante al estado de Morelos. Otros comienzan a escuchar las voces de aduladores, que solo quieren que el susodicho llegue al poder, para ver que le sacan.
En Veracruz, muchos diputados, de hecho, la gran mayoría van a querer relegirse, están escuchando el canto de las sirenas. Algunos, más que servirle a Veracruz, quieren servirse de las prebendas que ofrece el poder: las compensaciones, las quincenas altas, todo eso tan sólo por ir a depositar las asentaderas en su curul y levantar el dedo cuando su coordinador les de línea. Ese es el canto de las sirenas que los seduce.
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