La vocación por la censura

Censura
Mordaza FOTO: WEB
- en Opinión

Emilio Cárdenas Escobosa / 

“Básicamente ya no podremos decirle ‘ladrones’ gobernantes aunque eso sea cierto.

En México es más importante cuidar la susceptibilidad de estos mafiosos

que hacer algo contra los verdaderos actos ilícitos que ellos hacen. Maldita burla”. 

Opinión de una Cibernauta

Internet ha sido un poderosísimo catalizador para extender el derecho a la libre expresión. De hecho, me atrevería a decir que antes de su existencia ese derecho humano era desigual para todos. Los poderosos dueños de los medios de comunicación podían gozar de él de modo mucho mayor que la gente común. Sólo para ellos era real la capacidad de difundir sus opiniones «sin limitación de fronteras».

La Red ha hecho posible que cualquier persona pueda expresarse libremente ante un público potencialmente ilimitado, dentro y fuera de su propio país. En Internet, el blog gratuito de un estudiante cualquiera es tan «visible» como la página de hombre más rico del mundo o la del político más poderoso.

A través de los famosos blogs, y especialmente con las populares redes sociales las posibilidades de que cualquiera divulgue sus opiniones y visiones sobre asuntos tan diversos como la política, la cultura, el mundo de la música o el espectáculo o manifieste a los cuatro vientos su particular forma de dedicarse al ocio, son inabarcables.

Hasta antes de la existencia de este portentoso medio de comunicación la libertad de expresión o mejor aún la capacidad de que tuvieran difusión opiniones políticamente incorrectas o francos cuestionamientos al estado de cosas era extremadamente limitada. La gente común era básicamente receptora de noticias, de información y opiniones de quienes se movían o tenían cabida en el espacio de los medios de comunicación tradicionales.

Hoy la “red de redes” ha abierto a todo el mundo la puerta para que deje constancia de sus opiniones ante un público potencialmente ilimitado. Ya no necesitan mandar cartas al buzón del lector, que necesariamente pasan por la censura o el criterio de los propietarios de los medios para su difusión, les basta contar con una cuenta en las redes sociales para decir lo que quieran y, en su caso, ser leídos en cualquier lugar del planeta. Esta revolucionaria forma de interacción ciudadana ha igualado al político más poderoso o al hombre más rico del mundo con un estudiante o cibernauta de cualquier condición económica. Es un cambio profundo en las relaciones sociales cuyo impacto no acaba aún de ser valorado

Por eso llama la atención cómo el debate público se da con fuerza ahora en las redes sociales. Se crean grupos, se abren cuentas y se corren invitaciones para adherirse a ellas. Ahí se polemiza, se caricaturiza a los políticos o se satiriza todo. Desde luego que en esas discusiones y expresiones son palpables los desiguales niveles de información y formación de los cibernautas, pero ello no le quita lo interesante. Son vitrinas de la forma en que los usuarios, en su mayoría jóvenes ven a los políticos y juzgan sus dichos y hechos; son escaparates de una incipiente o más acabada politización o francas válvulas de escape de la frustración o el desencanto

Los políticos ya cuentan también con sus cuentas en Twitter, Facebook o Instagram para acercarse a ese gran público, a ese potencial elector. Desde luego que saben que corren el riesgo del linchamiento o la burla de los más contestatarios o provocadores que amparados muchas veces en el anonimato se divierten de lo lindo, pero se arriesgan. Al fin eso es lo de hoy.

De hecho muchos políticos tienen ahora a personal dedicado exclusivamente a estar permanentemente conectado en las redes sociales para subir sus fotos, notas, comentarios u opiniones. El chiste es, vanidades aparte, hacerse presentes entre el mundo de los cibernautas, entrarle al cruce de opiniones y acercarse, aunque sea por la red, a la gente.

Por todas esas razones es que Internet es una herramienta fabulosa para la democratización y la ampliación de la libertad de expresión. Hoy los sucesos noticiosos ya no pasan por el tamiz de agencias informativas, dueños de medios de comunicación o gobiernos. Cualquiera con un teléfono inteligente y con acceso a la red puede informar al mundo lo que acontece de manera inmediata. De hecho así; nos hemos enterado ya de muchas cosas, gracias al sentido de la oportunidad del cibernauta. Ellos nos avisan lo que pasa al momento e igual convocan a la movilización o la solidaridad en casos de desastres naturales o de emergencia. Son los modernos reporteros que nos mantienen al tanto de lo que muchas veces, las más de las veces, no sale ni saldrá publicado en los medios de comunicación convencionales

Por todo ello, las reformas aprobadas por la Cámara de Diputados al Código Civil Federal para sancionar información que “cause deshonra”, bajo el supuesto de que la libertad de expresión encuentra su límite en el derecho al honor y a la imagen, “la cual está indisolublemente ligado a la individualidad de la persona, puesto que deriva de la dignidad de las personas”, representa un atentado a los avances alcanzados y un retroceso en la libertad de expresión que ha tenido y tiene en el Internet uno de sus baluartes.

Junto a la aprobada Ley de Seguridad Interior, que concentra el rechazo nacional e internacional, pero que les valió sombrilla a los legisladores que votaron a favor, las reformas que castigan a quien manifieste una idea u opinión, “un hecho cierto o falso, determinado o indeterminado, que pueda causar deshonra, descrédito, perjuicio o exponer al desprecio de alguien”, representa un exceso y un franco disparate.

Internet es eminentemente democrático y ha igualado el derecho a la libre expresión, elevando el alcance de la palabra de la gente común. Por supuesto que este derecho se puede emplear de modo banal. Incluso se puede abusar de él. Sin embargo, nada justifica que se pretenda limitar. Más de mil millones de personas usan cada día Internet para comunicarse, buscar información y, desde luego, para cuestionar, exhibir o de plano burlarse de los políticos.

Por eso la ridícula reforma “anti memes” pinta de cuerpo entero el nivel y la altura de miras de los representantes populares que tenemos. Así que cuidado en adelante con lo que comparte y difunde en la red.

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