El complejo engranaje que mueve al sistema político mexicano es accionado por el combustible que nace de la corrupción. El funcionario público puede ser muy honesto, educado en escuelas tradicionales y con valores familiares. Sin embargo, al formar parte del engranaje del gobierno, llámense municipal, estatal o federal, éste recibe presión de un superior que le exigirá que desvié recursos para su causa. La gran mayoría por necesidad laboral cede a la presión.
En el libro Duarte, el priista perfecto de Arturo Ángel, se explica la metamorfosis que sufre Javier Duarte para complacer a su padre putativo, Fidel Herrera. Narra con lujo de detalles el sistema empleado para desfalcar a todo un estado, a saber, las empresas fantasma. En el marco de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara (FIL), el escritor y Premio nacional de periodismo, dijo que durante la investigación descubrieron que Javier Duarte ya manejaba recursos públicos desde antes de gobernar, pues las redes de impunidad que creó ya operaban en otros estados.
Lo que confirma que Javier Duarte sólo vino a ser un eslabón de la cadena de corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto. Además, el periodista afirmó que «Duarte es incluso un actor más en Veracruz, ya que había una red bastante compleja donde se crearon casi 400 empresas fantasma…las personas que colocaron a Duarte en esta posición, buscaban repetir lo que por años había caracterizado a ese sistema de corrupción». Por lo pronto, el priista perfecto goza unas merecida vacaciones forzosas en la cárcel.
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