La evaluación docente, una historia de nunca acabar

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Xalapa, Ver.- Evaluación Docente FOTO: PATTY BARRADAS/FOTOVER
- en Opinión

Luis Ortiz Ramírez / Los viejos maestros que ya están jubilados,  y que por cierto, dejaron sus mejores años en el  magisterio, seguramente recordaran que por las  décadas de los setenta y ochenta, la SEP comenzó a recolectar información para la construcción de estadísticas a nivel nacional, en esos tiempos  no había un control rígido, todo estaba al garete. Esos fueron los primeros pasos que se darían para para evaluar a los maestros.

El segundo paso se desarrolló  de  1990 a 2002, el interés se orientó a la evaluación de los aprendizajes, en particular en educación básica, ahí era donde existía mayor atraso y deserción escolar. Ahí nacieron las pruebas del  Factor Aprovechamiento Escolar del Programa Carrera Magisterial (1994) y Estándares Nacionales (1998); asimismo, se aplicaron las pruebas internacionales del TIMSS (1995), el Laboratorio Latinoamericano para la Evaluación de la Calidad de la Educación (1997) y PISA (2000). Se creyó que con esos intentos la calidad educativa se elevaría, o por lo menos tendría  un diagnóstico más definido, sobre el perfil del magisterio mexicano.

Fue hasta el año 2002, cuando se concretó el nacimiento de una institución, supuestamente especializada, para evaluar al docente. Desde luego que para que esto sucediera su tuvo que lidiar con la presencia del SNTE. Es un hecho que durante más de tres décadas, la educación mexicana estuvo bajo resguardo del poderoso sindicato magisterial.

El saldo de tal custodia, arrojo tráfico de influencias, venta de plazas, comisiones ajenas al sector educativo, deserción escolar, alta reprobación en secundaria, y en lugar de coadyuvar con las autoridades oficiales, el SNTE se encargó de entorpecer sus esfuerzos, mediante una colonización de puestos en la estructura de las nacientes dependencias descentralizadas de la SEP. Lo peor de todo es que el gobierno federal, al sentirse en deuda por los servicios corporativos y  de mapacheo electoral en todo el país, solapaba dicha situación.

Por esa razón, el nacimiento del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), fue tan tardado. En su momento fundacional, se planteó como su misión evaluar el conjunto del sistema educativo y no sus componentes individuales, como ahora se pretende hacer.

Uno de los sesgos que ha hecho quedar mal a este instituto, es que ha enfocado todos sus esfuerzos a la evaluación docente. Al consolidarse la Reforma Educativa en todo el país, la SEP  comenzó a aplicar la Ley del Servicio Profesional Docente. Sin cortesía y con un desconocimiento descomunal de la cantidad de profesores y escuelas, el INEE, comenzó a dar palos  de ciego, sus avances han sido poco significativos.

Es cierto que mediante la aplicación de la Ley del Servicio Profesional Docente, la SEP, comenzó a recuperar la rectoría de la educación, de sus escuelas y sus maestros. Pero también es cierto que aún existen vicios en las diferentes dependencias encargadas de administrar la educación en las 32 entidades federativas, además su comunicación con el INEE, no ha sido tersa ni eficiente, como se esperaba. Esto ha ocasionado un tedioso tortuguismo burocrático.

No se sabe si la Reforma Educativa continuara como esta, o si esta será cambiada si gana el partido de Andrés Manuel López Obrador. Lo cierto es que el futuro de esta, y del INNE es inestable, su futuro depende de los vaivenes políticos, y no  tanto por su operación y eficiencia.

Además no se debe olvidar en contexto exterior. El nacimiento de la Reforma Educativa y su evaluación docente, forman parte del  Acuerdo de Cooperación México-OCDE para mejorar la calidad de la educación de las escuelas mexicanas, firmado entre el gobierno de nuestro país y la OCDE (2008-2010).

Se recordara que se elaboró un diagnóstico de la situación educativa de México, en el que se comparó a nuestro país con los miembros de la OCDE. A partir del diagnóstico, se redactó el informe «Mejorar las escuelas. Estrategias para la acción en México», en el cual se expusieron ocho recomendaciones para consolidar una profesión docente de calidad, en la que se priorizo la evaluación docente.

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