El refrán con el que se expresa el pensamiento de que las malas acciones, más tarde o más temprano, tienen una consecuencia, en Veracruz dada la realidad en la que vivimos, es su aplicación literal a la administración de justicia, que a veces se retrasa, pero no se para, con lo que al final acaba llegando; así, quien comete un delito puede ver su juicio retrasado incluso años y puede dar la sensación de impunidad, pero al final, los juicios llegan y con ellos las penas.
La aplicación de la justicia en Veracruz y en otras partes del territorio mexicano nunca ha sido tarea fácil. Las argucias legales, los amparos comprados, el tráfico de influencias, el burocratismo y las carretadas de dinero impiden que la justicia sea presta y solicita. Desgraciadamente en ocasiones en necesario ceder un poco de terreno a los malhechores para que éstos delaten o descubran las estrategias que se usaron para robar o dañar a otros.
En Veracruz existen sujetos que ya deberían estar tras las rejas, sin embargo, todos los presuntos culpables constitucionalmente merecen un juicio para ser declarados culpables. Tal es el caso de Javier Duarte y secuaces; para que la Fiscalía pudiera recabar las pruebas, tuvo que contactar a los personeros del mismo Duarte. Ceder terreno, ofrecer un arreglo para que éstos confesaran los presuntos delitos del escurridizo Javier Duarte.
Si algunos creen que pronto caerán a la cárcel los secuaces de Duarte, están equivocados, y no sólo es por el tortuguismo burocrático, sino también por la componenda y negociación del propio Duarte con gente de las altas esferas del Poder Federal. Es cierto que el pueblo clama y exige justicia, pero es seguro que antes de su aplicación, habrá que sortear algunos obstáculos.
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