Peña entregaría el poder a Narro, no a El Peje

José Narro Robles, secretario de Salud federal FOTO: SIEMPRE
- en Opinión

Arturo Reyes Isidoro / En “Prosa aprisa” del 9 de febrero pasado recordé que el día primero de ese mes, al ocuparme del doctor José Narro Robles, exrector de la UNAM y actual Secretario de Salud del Gobierno federal, por el caso de 17 toneladas de medicamento caduco y 47 mil pruebas sin registro sanitario para detectar VIH-sida, había dicho de él, entre paréntesis: “(fuentes del CEN me han asegurado que será el candidato del presidente Enrique Peña Nieto a sucederlo)”.

Un día antes, el 8 de febrero, en su leída columna “Arsenal” que publica en Excelsior, Francisco “Pancho” Garfias, columnista especializado en asuntos parlamentarios, narró que fuera de grabadora le hizo cuatro preguntas a un importante legislador del PRI, “de ésos de la vieja guardia”.

La tercera fue sobre quién le gustaría que abanderara al tricolor en la próxima contienda presidencial. “Narro”, dice que repuso sin el menor titubeo.

Le preguntó por qué. “14 millones de chavos van a votar por primera vez y el exrector de la UNAM conecta muy bien con los jóvenes; es una cara diferente y tiene una trayectoria limpia”, dice que le respondió.

Amplié entonces. Mi fuente me comentó en su momento que el doctor Narro convocaría alrededor suyo a importantes personajes de la vida pública de México, incluidos muchos intelectuales y militantes de la izquierda, así como a la mayoría de los rectores del país.

Dije entonces que el presidente Peña Nieto estaría ya convencido de que se le desgastaron sus gallos Luis Videgaray, José Antonio Meade y Miguel Ángel Osorio Chong, y que por eso el 27 de noviembre pasado el doctor Narro había rendido protesta como nuevo consejero del PRI, pasando a formar parte del VI Consejo Político Nacional de ese partido, o sea, le estaban dando plataforma ya.

“Mi fuente me dijo que el doctor Narro sería el único que podría rescatar para el PRI la Presidencia pero, además, el único que podría competir con éxito con Andrés Manuel López Obrador”, comenté.

También mencioné que en diciembre pasado, a los postres de una comida con un reducido grupo de columnistas en un restaurante de Xalapa, en corto, un joven periodista le había pedido su opinión a la rectora de la UV, Sara Ladrón de Guevara, sobre el tema.

No sólo calificó al doctor Narro de “tipazo”, sino dijo que mantiene mucha comunicación con él, que todos los rectores del país lo respetan, y que ella lo apoyaría. “Es un hombre honesto, limpio”.

Por lo que publicó Garfias ayer, se advierte que empieza a permear ya el nombre del doctor José Narro Robles entre el priismo del centro de los poderes, y es que desde la Presidencia lo deben de estar alentando ya”, rematé esa “Prosa aprisa”.

Porque me he venido ocupando del personaje, me llamó ahora la atención un artículo que publicó el miércoles en el diario El País de España Jorge Zepeda Patterson con el encabezado: “Narro al rescate, el priista que no lo parece”. En el subtítulo se destacó: “El secretario de Salud y exrector de la UNAM podría ser el as bajo la manga para el partido”.

Gloso lo que dijo el periodista, escritor, analista político, economista y sociólogo mexicano.

Abre con la que, dice, podría ser la consigna que se está abriendo paso en Los Pinos de cara a las elecciones presidenciales del próximo año: Si vas a perder el poder es mejor entregarlo a un conocido que a un enemigo.

Zepeda Patterson expresa lo que parece ser obvio para todos los mexicanos a estas alturas: que el PRI de Enrique Peña Nieto no tiene un precandidato con posibilidades de competir en las urnas ante Andrés Manuel López Obrador. “Los sondeos de intención de voto, incluso, delegan al partido en el poder al tercer sitio en las preferencias electorales”.

Para él, Videgaray, Nuño y Meade “no cuajaron o resultaron fusibles quemados”. Fueron perdiendo posibilidades por una razón u otra, apunta, y agrega: “Todos ellos serían hoy una fórmula condenada a la derrota en una boleta electoral”. A Osorio Chong lo guisa aparte. Reconoce que es el mejor situado de los precandidatos originales, pero señala que Videgaray terminó ganándole pues el exsecretario de Hacienda y actual canciller “funge prácticamente como vicepresidente y ha logrado alejar a Osorio del corazón y del oído de Peña Nieto. Y, por lo demás, tampoco es que Osorio sea un contendiente al que se le den posibilidades de vencer a los candidatos de la oposición”.

Entonces comenta que bajo la consigna de hacer cualquier cosa antes que entregar el poder a Osorio o a López Obrador, Videgaray ha encontrado una “opción fresca”: el doctor José Narro.

Argumenta que si bien el médico no forma parte del primer círculo que rodea a Peña Nieto y se integró al Gabinete apenas en enero de 2016, podría ser el as bajo la manga para el partido en el poder.

Comenta algo que podría tomarse como un inconveniente: En condiciones normales, o sea por cuestiones de edad, nunca sería un candidato del PRI a la presidencia. Agrega que en caso de triunfar, tomaría posesión justo al cumplir 70 años y su apariencia ciertamente no es la de un hombre joven. Recuerda que desde Adolfo Ruiz Cortines en 1952, que juró a los 62 años de edad, México no ha tenido un presidente que supere los 58 de Vicente Fox. Y desde Porfirio Díaz, hace más de un siglo, nadie mayor de 70 ha gobernado el país.

Pero, llama la atención, el triunfo de Donald Trump, septuagenario, cambia todos los parámetros. Analiza que Narro es seis meses más joven que el republicano,  y que si el PRI se decanta por el exacadémico para competir en las urnas, la maquinaria electoral seguramente esgrimirá el argumento de que el país necesita un hombre maduro y sabio para enfrentar a su contraparte.

Ciertamente Narro no forma parte de la cúpula, pero tiene una virtud insuperable. Es el miembro del Gabinete con más popularidad en 2017. Es al único al que no se identifica con la fracción en el poder y con las prácticas de corrupción asociadas a ella. Y eso es oro molido para la lucha electoral que se avecina. Su nombre, incluso, había sido incluido en la lista informal de posibles candidatos ciudadanos para las próximas elecciones”.

Zepeda Patterson comenta que el doctor ha logrado forjarse una imagen de académico gracias a su larga trayectoria en la UNAM, pero dice que en realidad es un político de oficio.

Recuerda que en el pasado fue subsecretario en Gobernación y en Salud, y fungió como presidente de la Fundación Siglo XXI del PRI, instituto ideológico del partido. “En suma, Narro es un priista para los priistas, pero no lo es para la población abierta. La mejor de las virtudes, en este momento. Y en el Gobierno esperan que la siga siendo dentro de nueve meses, cuando tenga que ser tomada la decisión de la candidatura oficial. Por lo pronto, una corriente de optimismo vuelve a circular en Los Pinos. Mejor perder el poder ante manos amigas que ante la oposición o un exaliado resentido”.

La fuente que a mí me lo dijo vino de la Ciudad de México en diciembre. Tiene acceso a Los Pinos. Desayunamos en el restaurante –bastante discreto, por cierto– de un hotel con una hermosa vista de Xalapa porque está es una loma frente al Estadio Xalapeño. Lo que ahora parece empezar a cobrar cuerpo, creo que ya desde hace buen tiempo lo tienen considerado.

Yo sí creo, y lo creo firmemente, porque además he leído que influyentes articulistas de la Ciudad de México ya han escrito que se le sumarían y votarían por él, que el doctor Narro puede ser el único que salve para el sistema tricolor la Presidencia. Como dice Zepeda Patterson, si Peña y su grupo sabe que van a perder el poder, preferirán entregárselo a un conocido, el doctor Narro, que a un enemigo, López Obrador.

En quince meses que faltan para la elección presidencial pueden pasar muchas cosas. En dos ocasiones anteriores López Obrador ha arrancado o ha ido a la cabeza y a la mera hora pierde. Y qué cosas de la política: un panista de origen priista, Miguel Ángel Yunes Linares, podría contribuir a la causa del doctor Narro si El Peje acepta el debate público al que lo reta el gobernador y lo exhibe como ha dicho que lo puede hacer porque tiene pruebas. Pero, ¡safo!, el tabasqueño no le entra y evade con cualquier argumento. No obstante, el electorado está atento.

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