Líderes indígenas, lo que quieren es seguir mamando del presupuesto

Zongolica
Un grupo de indígenas del distrito de Zongolica, se manifestó durante la sesión de este día en el Congreso local. Exigen que los incluyan en el presupuesto de egresos del estado de Veracruz FOTO: AMBROSIO PABLO
- en Avenida Principal, Carrusel

Los sexenios de Fidel Herrera crearon una clase de vividores políticos que se convirtieron en clientes de un sistema que mantenía a sus líderes durante todo el año, con tal de tenerlos disponibles para las elecciones o para cualquier golpeteo político. Tal fue el caso de César del Ángel y sus 400 pueblos, una organización aberrante que le costó al estado más dinero que mantener diez hospitales. También estuvo Antonio Luna, que hasta lo dejaron crear su partido político, que obtuvo dinero del erario y pudo comprar camioneta nueva cada año para sus amantonas. Y qué decir del movimiento de los Antorchistas, del movimiento de Orfilio García y tantos otros. Lo que los líderes de estos movimientos quieren es dinero, ser mantenidos por el estado.

Eso es lo que exige los que lideran el movimiento de la presa Yuribia, quienes amagan con cerrar la presa si el Gobierno del estado les sigue dando sus dos millones 500 mil pesos mensuales que les daba la anterior administración. No quieren obra, quieren dinero, porque el dinero es lo que mueve su egoísmo.

De la misma manera Fidencio Fernández, dirigente del Frente de Pueblos Indígenas de la Sierra de Soteapan, quien interrumpió el diálogo del gobernador con los diputados en el Congreso, quiere que le den el dos por ciento del presupuesto asignado para el estado de Veracruz. Sí, así como escuchó, el señor quiere dinero, mucho dinero. En el caso de Fidencio Fernández no es la primera vez que exige de esa manera. El año pasado, durante el gobierno de Javier Duarte, amenazó con «partirle la madre al gobierno» si no le daban lo que pedía. Al final algo le han de haber dado, pues no se supo que le partiera la madre a nadie. Ya sabe usted que estos lidercillos con un cañonazo de billetes se calma por un rato.

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